¡Por mí y por todos mis compañeros!
Mientras hago mi turno de vigilancia del patio durante el recreo, echo la vista atrás con nostalgia rememorando aquel, tan oído entre los escolares de los ochenta como yo, "por mí y por todos mis compañeros". Con este grito orgulloso, el último de los escondidos cambiaba heroicamente la suerte de sus malogrados compañeros.
La causa de mis pensamientos no es otra que cierta preocupación acerca del plan de evaluación docente y, sin ningún ánimo de valorar subjetivamente su legítimo y muy noble planteamiento inicial, quiero manifestar enérgicamente que yerra en cuanto a su carácter excluyente.
Un gran porcentaje de docentes se ha adherido voluntariamente a un plan que busca la continua mejora de la calidad de nuestra educación y cuya evaluación positiva es considerada y reconocida individualmente con un incentivo económico. El principal requisito para ser evaluado era llevar 5 años en la función pública docente a fecha de publicación de la convocatoria (01-01-2010).
El conflicto surge cuando los profesionales de la educación que por aquel entonces no reunían las condiciones exigidas ya las reunimos, pero no se nos da la oportunidad de incorporarnos al plan, puesto que éste no se convoca anualmente. He aquí un problema de exclusión que socava la loable intención para la que fue concebido y menoscaba los derechos de no pocos docentes.
Esta situación desdibuja la finalidad perseguida, puesto que se ha trancado la puerta por dentro y nadie más puede acceder y pedir que se le evalúe y se reconozca su compromiso profesional. Se están viviendo injustas situaciones de claro agravio comparativo cuando en un mismo centro unos cobran un incentivo y otros no, hallándonos en las mismas condiciones, realizando las mismas tareas, mostrando idéntico interés y desempeñando las mismas funciones.
En el preámbulo de la ley del Principado de Asturias 6/2009, de 29 de diciembre, de Evaluación de la Función Docente y sus Incentivos se dice que las administraciones educativas velarán por que el profesorado reciba el trato, la consideración y el respeto acordes con la importancia social de su tarea y prestarán una atención prioritaria a la mejora de las condiciones en las que el profesorado realiza su trabajo y al estímulo de una creciente consideración y reconocimiento social de la función social; resultando procedente interpelar a la Administración para que aclare si con esta consideración y reconocimiento social se referían al trato excluyente, discriminatorio e injusto que muchos estamos padeciendo.
De la misma forma, solicito a los señores de la Administración que si no creen importante volver a abrir el plazo para que más docentes se adhieran al mencionado plan, por lo menos que nos comuniquen a los que no podemos someternos a evaluación lo que tenemos que dejar de hacer para justificar la diferencia salarial de los compañeros que sí están siendo evaluados e incentivados económicamente.
Lamentablemente, los docentes estamos acostumbrados a que la Administración congele nuestro sueldo, a que desaparezcan algunas pagas extra, a que se recorten las plantillas y los recursos para nuestro alumnado, pero, por favor, ¡no jueguen con nuestra dignidad profesional, porque es, junto con la vocación, lo único que nos queda para desempeñar a diario nuestra labor educativa!
Desde mi situación de agraviado, hago un llamamiento a la unidad del sector docente, independientemente de color o signo político y sindical, para alzar la voz y pedir igualdad de derechos y oportunidades para todos los trabajadores de la enseñanza, exigiendo una convocatoria anual del plan de evaluación de la función docente.
Llegados a este punto del escrito, invaden mi mente la unión férrea de la Fuenteovejuna de Lope o la resistencia colectiva de la Numancia cervantina, y desearía hacerme chico, volver al patio de mi colegio de Primaria, que llegara algún compañero con rostro de hazaña y que gritase con mucha fuerza y mayor dignidad: ¡Por mí y por todos mis compañeros!
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