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Teverga, en la muerte de Camilo Alonso

1 de Octubre del 2014 - Celso Peyroux

Sentí la muerte de Camilo como si la de un familiar se tratase. Nos cogió a todos desprevenidos porque aunque su salud no era de las mejores, para nada se notaba que la dama del alba estaba al acecho. El corazón, de repente, no quiso seguir latiendo y Camilo Alonso se nos fue para siempre entre la pena de todos cuantos le queríamos.

En el año 1976 este cronista –corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA en los Valles del Trubia– le hacía una fotografía, junto a otros compañeros, que tiempo más tarde daría la vuelta al mundo en el libro "Teverga, historia y vida de un concejo". Así es, porque aquel libro, tan querido y deseado por todos, llegaba a los más alejados emigrantes en los cuatro puntos cardinales.

Estaba Camilo en la boca del pozo San Jerónimo, poco después de la gran manifestación en Oviedo bajo el lema de "Teverga no quiere morir". Aparecía en la página 205 (bis) el primero por la izquierda con el rostro tiznado de carbón, el casco sobre la cabeza, el frontal luminoso sobre el hombro derecho y ambas manos cogidas al cinturón. Su cara era seria, como la de todos los demás, pues Hullasa –la empresa carbonera de quien dependía el futuro de Teverga– pasaba por uno de sus momentos más difíciles. Después de cien años de vida, ahora ya sólo queda el recuerdo grabado a sangre y fuego.

Subtítulo: Un minero de pura cepa y el mejor de los vecinos

Destacado:Servicial, atento, con su sonrisa siempre a flor de boca, y su forma especial de explicar las cosas con humildad y sabiduría. Con el pasar de los años, llevaba siempre en el alma a su histórico pueblo, a sus gentes y los pastizales del entorno

Pero es necesario volver por el túnel del tiempo unos cincuenta años atrás. Santos Carvajal, el barbero de La Bañeza afincado en Teverga desde antes de la Guerra Civil, afeitaba, cortaba el pelo y tocaba, a la par, varios instrumentos de cuerda, entre ellos la bandurria, el violín y, sobre todo, la guitarra con un toque muy especial. Por aquel tiempo nos daba clase, de forma gratuita, a Toni "el Barato", Chemari, el de la Campa y a este cronista. Siempre le quedé agradecido de sus enseñanzas porque, merced a él, los tres nos entretenemos todavía con los nobles instrumentos. Recuerdo también que Andrés, el de Adela Lin, Caredo Genuterio y Guillermo Pío, entre otros, habían pasado por la soleada barbería, donde, colgados de un perchero, estaban –como el arpa del poeta– los instrumentos que Santos tocaba un día sí y al otro también.

Una noche, víspera del Carmen, en Santianes, subimos a la verbena y cuando la orquesta "Montserrat" daba por finalizado el baile, desenfundamos nuestras guitarras y nos pusimos a cantar y tocar rodeados de un buen número de gente. Entre ellos estaba un mozo de Villamayor llamado Camilo. Y fue él quien nos solicitó cantar "Si yo fuera picador", el bello romance minero del querido y siempre recordado José León Delestal, cantado por José González, "El Presi". Chemari entonó la letra musicada, el cronista recitó el poema y los tres tañimos la guitarra cuasi como los propios ángeles con sus cítaras en las manos.

Desde entonces me ligó una fraterna amistad con Camilo. Minero, de pura cepa, bajó a vivir a Santianes, se casó con Amor, tuvo dos hijos y fue, además de un gran picador, el mejor de los vecinos. Servicial, atento, con su sonrisa siempre a flor de boca, y su forma especial de explicar las cosas con humildad y sabiduría. Con el pasar de los años, llevaba siempre en el alma a su histórico pueblo, a sus gentes y los pastizales del entorno.

Aquel tremendo accidente en una "rampla" del pozo San Jerónimo, que a punto estuvo de truncarle la vida, no fue lo suficiente para alejarlo del mundo de la ganadería ni de la gracia que siempre tuvo con todos.

Su sepelio multitudinario mostró el cariño que el pueblo le tenía. A la salida del templo, Alvarina, la peluquera –consternada por el dolor–, me comunicaba el fallecimiento de su hermano Taro (Atanasio Gutiérrez Álvarez). Nobleza de gente la de Adela y Lin, con todos sus hijos, que dejan en estos valles la alegría y el trabajo bien hecho. Mi afecto y sentimiento más profundo para las dos familias.

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