Viaje al noroeste ibérico
Dejando atrás el viento y la distancia de las sensaciones cantábricas, asturianas por más señas, se toca León, esa provincia sentida que rompe la propia geografía entre adustas estribaciones, brezos, escobales, manzanilla, tomillo y, en territorio fluvial, fresnos, chopos y sauces. Ya en orografía suave y benéfica, ribera, páramo, iglesias santificantes y vides multiplicadoras donde sobresale el Prieto Picudo, variedad vinícola, histórica, entera y recuperada. Más allá, la gran meseta cerealista, hortelana y artesana, con Benavente de nudo gordiano y comunicativo. En la Puebla de Sanabria huele a tardía lluvia estival, mientras el río Tera desciende ansioso en busca de su caballero gentil y romancero, ese Duero cantor, peregrino y regante que marca paisaje desde Urbión hasta el Atlántico.
En esos rincones graves y afónicos de la vieja Zamora, fronterizos, amenos y largos como pocos, la piedra se convierte en belleza y verdad, en historia y vida, mientras la fortaleza dominante cubre con su estandarte de pasión bélica el caserío circundante y poblano. Y entre piedras, muros, plazuelas, iglesias y ermitas, con el trasfondo herreriano y barroco, la gastronomía indígena define el espíritu sanabrés presidido por carnes omnipresentes de Aliste o Sayago, los "Boletus edulis" de la heredad nutricia, los habones, quesos y vinos terrenos cargados de esencia animosa y convertidos en bocados excelsos en la casona de la Posada de la Puebla invitan al viajero a encontrarse con la sabiduría y el quehacer guisandero en forma de viandas suculentas.
Abandonando Sanabria con los altos del Padornelo y la Canda de atalaya amistosa y mística, la apertura orográfica de la tierras de Ourense envueltas en vides, manantiales, monasterios, buhoneros, pulpeiras y caminos infinitos, donde los pazos episcopales y aristocráticos adornan con su firme estructura pétrea y sentimental el panorama visual y atrayente. Es el caso del pazo de Bentraces, sujeto a su definición histórica y vestido de secular foresta ambiental y turismo rural por todo su cuerpo lineal y jardinero. Ángeles y Guillermo dan vida con intensidad gallega y amor sentido a su Casa Grande entre sabores de almofía, pasamanos, cadalechos, alfombras, palmatorias, trebejos y parloteiros.
Más adelante, entre pazos, ribeiros, termalismo, parlamento y versos de Otero Pedrayo, se alcanza la raya portuguesa del Minho, un río galaico y testigo de imprevisibles correrías, jalonado por castros ribereños, abundosas lampreas, barcazas y fortalezas húmedas y graníticas. Vila Nova de Cerveira, Caminha y Viana do Castelo revelan el aire marítimo del nuevo Portugal norteño, garantes de la tradición más barroca y manuelina, y abiertas al esplendor comercial del futuro cercano.
En las proximidades de Oporto y lamiendo el interior fluvial, se descubre el sentir íntimo y misterioso del río Douro. Meandros imposibles, aguas silentes, riberas boscosas, sonido profundo y evocador, nieblas matinales y caseríos pegados a las suaves colinas en los viejos bancales vinícolas donde el vino verde surge en la atardecida otoñal como un refrendo de esfuerzo, vocación y turismo. En Castelo de Paiva, las aguas verdes, amplias y conmovedoras del Douro se muestran al paisaje agarradas a viejas sensaciones y nostalgias de fado en un lamento fluvial que engancha y atormenta. Belleza, gozo y evocaciones románicas ensambladas en una sinfonía muda donde el silencio campa cetrino en un timbal de emociones, respeto y tradición. Estos antañones entornos de bandeirantes aguerridos suponen una gran tesela en el vistoso y agradecido mosaico portugués, y en sorprendente contemplación en un delicado decorado natural.
Y mentando el arte románico, hay que acercarse a oler la piedra al monasterio de Paço de Sousa, en los entornos de Penafiel. Aquí, entre las paredes pétreas, se esconden los secretos de generaciones, destacando una de las obras maestras del arte sepulcral románico en tierras lusas, la tumba de Egas Moniz, el famoso ayo del primer rey de Portugal. El siglo XII fue un período agitado y convulso entre el rey de Portugal, Afonso Henriques, y Alfonso VI de Castilla. Egas Moniz, un descendiente de los señores de Ribadouro, fue fiel maestro de Afonso Henriques, que con su valentía y astucia dictó las líneas que condujeron a la independencia de Portugal. Egas Moniz negoció la paz con Alfonso VII a cambio de la lealtad de Afonso Henriques, que acabó por romper la promesa. La leyenda recuerda que para salvar su honor y el de su rey, Egas Moniz viajó a Toledo con su familia presentándose ante el rey de Castilla descalzo y con cuerdas al cuello. Este acto de heroísmo y lealtad le valió el perdón de Alfonso VII y la admiración intensa de Afonso Henriques…
Y entre leyendas vivas, el Douro navegable y afectivo sigue su caminar hasta ese encuentro marítimo y enamorado en el vetusto y cantista Oporto -entre gabarras y bodegas-, donde el mar lo recibe abierto, atlántico y tocado de certidumbre, bondad portuguesa y colonial. Y toda esa corriente acuática se observa adornada y gallarda con sonido evocador y ronco de ensueños, siempre acompañado de besos en portugués y español.
Carlos Cuesta,
presidente de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (ASPET)
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

