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La Constitución y el Estado

13 de Octubre del 2014 - Mercedes Rodríguez de Castro Peláez (Los Campos)

La Constitución representa la legalidad de un país, de la cual emanan el resto de sus leyes, todas ellas deben de estar sujetas a ella y no desvirtuarla ni en letra ni en espíritu.

En los últimos tiempos se viene hablando de un cambio, pues el marco legal que nos dimos en 1978 nunca llegó a ponerse apenas en práctica y la mayoría de las leyes desde entonces ( a pesar de estar refrendadas por el Tribunal Constitucional ) no se ajustan en absoluto al espíritu y hasta contradicen en algunos casos a la propia Carta Magna, en definitiva, la Constitución no es más que lo que quiso ser y nunca fue .

Todos somos iguales ante la ley, este párrafo simboliza como ningún otro hasta qué punto se puede torcer el principio básico de legalidad y convertirla en una falacia, con la indiferencia de unos y el aplauso de otros. Solo algunos miembros de la judicatura han querido llevarla a la práctica porque entendieron que sin igualdad ante la ley la estructura de un estado se tambalea, y o bien fueron destituidos, o jubilados, o bien son como Quijotes luchando contra molinos, y se les impide hacer aquello para lo que fueron nombrados.. justicia.

Hay algo que hay que tener en cuenta, los políticos vienen y van lo mismo que sus leyes, pero la Constitución es como el ancla que nos sujeta a la legalidad, sin ella perdemos la referencia como estado de derecho, y sin éste también la perdemos como país. Por eso tiene que ser participativa, el ciudadano tiene que ser preguntado , sobre los temas que pueden hacer cambiar su vida y los políticos no deberían de tener miedo de la respuesta, no todos podemos estar en el parlamento, por eso elegimos nuestros representantes ,para que nos representen no para que perviertan nuestros intereses.

La Constitución es como esa pieza de plata que luce a veces en algunas estanterías, cuando se adquiere está reluciente, bellísima, y procuramos que nada la empañe tratamos de mantenerla siempre impecable, pero con el paso del tiempo dejamos de fijarnos en ella porque creemos que nunca perderá su brillo, hasta que un día nos damos cuenta de que se ha puesto fea, se ha oscurecido y hasta le ha salido una grieta, y entonces nos preguntamos qué sería lo más conveniente, si mandarla al platero para que la restaure o limpiarla con un algodón mágico, que al principio la deja brillante pero en poco tiempo volverá a estar oscurecida y un poco más deteriorada que antes.

Hay que entender que no es posible una revisión constitucional para que las cosas queden como están, debe ser profunda y esta vez sin concesiones, concesiones como las del 78, por las que una parte del país, ``olvidaba´´ el daño causado, convirtiendo a la Constitución, en una ley de punto final y obediencia debida.

Los españoles tenemos que elegir, el tipo de estado que queremos en el futuro, no podemos dejar, como en otras ocasiones que lo decidan otros, Monarquía o Republica, esa es la pregunta que tenemos el derecho que nos hagan y el deber de contestar.

Este país debe ser en el futuro un estado laico, la religión en ningún caso debe estar presente en él. La religión es la medicina del alma, y el alma solo es de Dios, pero el estado no tiene alma y a él le pagan sus impuestos todos los credos e incluso los que no tienen ninguno, por lo tanto se impone la ruptura del concordato con el Vaticano, y la Iglesia Católica debe ser tratada como cualquier otra confesión, con los mismos derechos y deberes.

El estado, en la norma del 78 quedó dividido en tres poderes, el ejecutivo, el legislativo, y el judicial, en el futuro y aun manteniendo los tres pilares, el legislativo en ningún caso podrá nombrar al poder judicial y así se evitará las presiones a que se ve éste sometido por los partidos políticos. El Fiscal General del Estado no puede ser nombrado por el gobierno, ésto despierta suspicacias sobre sus actuaciones y su figura queda desvirtuada, y, en fin, el poder Judicial tiene que ser autónomo de las decisiones políticas, aunque como todos los poderes deberá rendir cuentas una vez al año en el parlamento.

La intromisión del estado central en las políticas autonómicas nos lleva a pensar que esta forma de gobernarnos ha llegado a su fin, o bien la cambiamos articulándola para que sea más independiente y autónoma, amén de dar carácter de ¨históricas¨ a todas y cada una de sus comunidades, o bien pasamos a un estado federal.

Vivimos la peor etapa política desde la muerte del dictador, no solo por la crisis económica, sino por la regresión de las libertades sociales y civiles a las que este gobierno quiere poner fecha de caducidad. En el futuro la Constitución deberá marcar líneas que ningún gobierno podrá cambiar por mucha mayoría parlamentaria que éste tenga, las políticas de estado deberán ser consensuadas por todos los grupos con representación parlamentaria y votadas en referéndum, solo así la democracia será puesta en valor, votar cada cuatro años no es democracia, es una coartada.

Ésta y otras muchas cosas deberán cambiar en el próximo documento, además de revisar nuestra posible salida de la O.T.A.N, la reestructuración de las fuerzas armadas, la posibilidad de convertirnos en un país neutral, y un largo etc que conviertan a la Carta Magna en integradora, solidaria y garante de justicia.

La plata de nuestra constitución está deteriorada, necesitamos ponerla en valor, para que nos dure mucho tiempo, pero eso sí, su restauración ha de ser moderna y libre para que nos ampare a todos por igual y permita cerrar un capítulo largo y negro de nuestra historia haciendo que miremos al futuro sin mirar de reojo al pasado, todos juntos,( o todos los que quieran estar), sin fisuras.

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