Madrid bien vale una beatificación
Los días 27 y 28 participé, a título personal, en las magníficas ceremonias litúrgicas en las que se beatificó a Álvaro del Portillo y en la misa de acción de gracias por un regalo tan grande a la Iglesia universal y no sólo a la prelatura personal. Lo primero que me llamó la atención fue el gran número de personas vinculadas o no al Opus que participaron en las acciones litúrgicas de ambos días, venidos de todas las partes del mundo, desde Liberia hasta el Líbano, desde Nigeria hasta Australia, desde Suecia a Japón, desde Filipinas a Chile (...). A todos aquellos fieles sólo les unía compartir una misma fe, esperanza y caridad dentro de la Iglesia católica. Resultaban admirables el orden, la puntualidad, el silencio, la profunda piedad de todos los asistentes, sin curiosos que divagasen sin saber dónde dirigirse, ni entorpecer el recogimiento atento con el que todos participaban en los acontecimientos litúrgicos. Una emoción próxima a las lágrimas se deja entrever en los rostros de los asistentes, entre los que no faltaban descendientes asturianos emigrantes.
La política –en contra de lo que algunos escriben– estuvo ausente de forma notable y nadie se acordó de los políticos sino para rezar por los gobernantes en su difícil misión de buscar el bien común de todos los ciudadanos. Afirmar como se ha escrito en diarios claramente tendenciosos que se habló de política o se criticó a algún político o a algún partido, ni tan siquiera por alusiones, es una mentira tan perniciosa como falsa. Eso de que el Opus antes buscaba ministros y ahora busca santos, como alguien ha escrito en algún diario, es no sólo falso, sino de una torpeza reaccionaria.
El tópico perverso de la riqueza que algún medio propaga para descalificar a los miembros de la Obra no apareció por ningún sitio, porque la inmensa mayoría de los asistentes eran gentes comunes y sencillas, familias con hijos y abuelos, enfermos en sillas de rueda ayudados por jóvenes voluntarios, que se desvivían para orientar y acompañar a las personas necesitadas de ayuda o información. La asistencia de miles de jóvenes de ambos sexos dio un colorido dinámico, entusiasta y alegre a aquella inmensa multitud de la que no se podría decir si brillaba más por la prudencia de los mayores que por el entusiasmo de los más jóvenes. Incluso la lluvia suave dio más colorido a la liturgia del día de acción de gracias cuando un arcoíris de paraguas, durante breves minutos, se sumó a las oraciones de sus propietarios. Decenas de miles de mujeres de todas las edades y estados vitales (religiosas, esposas, madres fecundas y alegres, solteras, viudas, abuelas, niñas, bebés, etcétera...) llegadas de todas las partes del mundo, sin ruidos ni algarabías, participaban con dignidad, respeto y devoción, no sumisas, sino libres.
La personalidad del nuevo beato Álvaro del Portillo fue glosada por intervenciones notables, como la del cardenal Amato, brillante comunicador, con una retórica exuberante, cuya exquisita dicción del latín hacía recordar a Cicerón. A gran altura brilló el discurso del cardenal Rouco; ambos cardenales trataron de la labor ingente del beato don Álvaro en el Concilio Vaticano II, especialmente en todos los decretos relacionados con los fieles católicos laicos, la gran pasión y preocupación del sucesor de San Josemaría, junto con la teología de la vocación sacerdotal. Sólo pretendió en las magnas celebraciones litúrgicas vivir los grandes principios de la dignidad de los fieles que el Concilio Vaticano II promulgó en el decreto sobre el apostolado de los laicos, uno de cuyos principales autores fue Álvaro del Portillo, como reconoció en su brillante homilía en la misa de acción de gracias el actual padre y obispo del Opus Dei monseñor Echevarría. Asturias estuvo muy bien representada en el acto litúrgico de la proclamación oficial del beato don Álvaro del Portillo, cuya fiesta se celebrará todos los 12 de mayo. Se debe felicitar a LA NUEVA ESPAÑA por cómo informó con seriedad, objetividad y verdad de lo ocurrido en la gran explanada de Valdebebas, lugar donde se encuentra la Ciudad Deportiva del Real Madrid y que podría ser uno de los ejes más representativos de crecimiento madrileño, paralizado por la crisis, pero con visos de recuperación.
Fidel García Martínez,
doctor en Filología Románica,
licenciado en Ciencias Eclesiásticas
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