Las noches blancas
Las noches blancas que se han puesto de moda en las ciudades, noches de cultura.
No sé si sirven para fomentarla, si son rentables desde el punto de vista cultural.
Pero sí sé, sí noto, percibo, cómo algo más se mueve en torno a ellas.
Cómo la ciudad se abre un poco más a las personas que la habitan, mostrándoles el espectáculo de la cultura en sus diferentes versiones, que puede ya lo tuvieran dentro de sus agendas o puede que no.
Parece que acercarnos a una galería de arte de madrugada, presenciar un espectáculo de baile o de música, acercarnos a oír recitar poesía, etc, etc, en horas en que generalmente estamos en brazos de Morfeo hace de todo ello un plan especial y apetecible.
Las calles de la ciudad, esa noche, parecen vestidas de fiesta, llenas de gente yendo de un lugar a otro, sin quererse perder cada minuto de oferta cultural.
Yo aplaudo toda iniciativa de este tipo u otra cualquiera que nos acerque a disfrutar de la ciudad cultural.
Pero animo a quien corresponda a que no se quede sólo en eso.
A los ayuntamientos, gobiernos regionales y demás instituciones públicas y privadas, recordarles que la cultura es el alimento del alma y que un pueblo sin alma es un pueblo sin vida.
Está comprobado que cuando se ponen facilidades para que acudamos a cualquier manifestación cultural lo hacemos y con hambre.
El teatro, el cine, los conciertos de música en todas sus expresiones, las exposiciones de arte en museos y galerías, las librerías (para mí centros culturales tan importantes como cualquier otro), los museos, etcétera, etcétera, cuando dejan de ser algo lejano, bien por ignorancia, bien por carestía, o por la razón que sea, y pasan a formar parte de nuestra vida como algo natural, como quien se toma un café en un bar, pues bien, es entonces cuando realmente cumplen su función, enriquecernos por dentro, empapándonos los sentidos de belleza y de sensaciones.
Por muchas noches y días blancos.
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