Barros y lodos... de todos
Al humo del visceral debate suscitado por el asunto de las tarjetas de Bankia, escucho en una tertulia radiofónica que en el año noventa y nueve la noticia ya fue portada de un diario de tirada nacional. En esos momentos de alegría y fuegos artificiales, consumiendo como locos, liberados de la aparatosa carga de los pensamientos esenciales, debió pasar inadvertida, puesto que hay que recurrir a hemerotecas para rescatarla.
También hace poco, en un coloquio entre periodistas que masticaban el "caso Pujol" se reconoció y asumió que sin la complicidad de la prensa un tinglado de semejante envergadura no hubiera sido posible.
Es evidente que la sensibilidad social ha cambiado y quizás esto sea uno de los beneficios de la crisis. En estos días en que por todas partes se reclama limpieza y honradez a políticos y banqueros no oigo por ningún lado brotes verdes de autocrítica. España somos y fuimos todos, y los laxos niveles de tolerancia a la suciedad nos devuelven una imagen, al mirarnos al espejo, que no queremos reconocer. Sencillamente, se tienen los dirigentes que se merecen.
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