¡Regeneración ya!
De esta cleptocracia, del griego "clepto", robo, y "cracia", fuerza, de este dominio de los ladrones.
Quiero gritar, gritar con todas mis fuerzas, las de mis 50 años, que me permiten echar la vista atrás y poder analizar con subjetividad, pero con todo el derecho del mundo, de dónde venimos, lo que costó conseguir lo que tenemos y cómo lo estamos echando a perder.
Rodeados de noticias cada día con más escándalos económicos, el de las cajas y sus tarjetas es el último, que se hará pequeño en cuanto surja el siguiente, que seguro ya está en impresora.
Culpar al Gobierno de que mientras sabía de estas conductas y las permitía, con toda la cara del mundo nos pedía un sacrificio social para sanear las cajas, la crisis financiera, cajas que llevaron al traste por politizarlas y desafectarlas de su fin principal.
Culpar a partidos, sindicatos y a todo aquel, medios de comunicación incluidos, que sabiéndolo desde hace tiempo callaron.
Desilusionada por ver que los nuevos líderes políticos, véase Sánchez o cualquier otro, están más preocupados por lo que sus asesores de imagen y comunicación les dicen que tienen que hacer que por fundamentar un cambio tan necesario como urgente.
Sin armas en mis manos con las que verdaderamente pueda hacer algo, algo más que gruñir en voz alta, denunciar con cuatro palabras y decidir con mi voto o con mi abstención cuando llamen a filas, sabiendo que eso también es parte de lo que hay que cambiar, pues nuestro sistema electoral, por muchas razones que no vienen al caso, está caduco y obtuso.
Sin querer refugiarme en el desencanto, pero a veces con ganas de hacerlo y devolverme socialmente egoísta y minimalista y cobijarme y resguardarme en mi lectura, mi cine, mi teatro, mis momentos para llenarme el alma de belleza y paz, mis amigos, mis hijas, mi amor.
Viendo y sintiendo que eso es un peligro, pues si todos miramos para otro lado y sólo nos preocupamos del pan nuestro de cada día iremos a peor seguro y perderemos la esencia de lo social del ser humano, su preocupación por su entorno, en el más amplio sentido de la palabra, su expansión vital, su inteligencia natural, su perspectiva más allá de lo subjetivo.
Necesitamos recuperar una sociedad más justa, más honesta, más intelectualmente capaz, menos materialmente egoísta, más utópica, más elegantemente prudente, mucho más ilusionada e ilusionante.
Percibiendo por todos los sentidos que el cambio ya está en cada uno de nosotros, en nuestras cabezas, en nuestro deseo de cambiar, pero impotente ante la imposibilidad material y la ceguera intelectual de cómo llevarlo a cabo.
Sabiendo insuficiente el granito de arena, porque clama el cielo por un cambio radical, que quizá necesite derribar montañas de arena con excavadora y pala.
Apeteciéndome una tribuna a la que subirme y sublevar.
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