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Bergson y la duración

14 de Octubre del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

La obra de este filósofo francés que murió en 1941 ofrece finas y profundas reflexiones sobre la conciencia y la existencia. Si bien Bergson considera que lo material es el soporte de los fenómenos espirituales. El problematismo de la propia realidad está presente en los análisis de este gran pensador galo. La duración real es la doctrina de la que parte la filosofía bergsoniana y es entendida como el dato de conciencia sin la estructura simbólica e intelectiva. Es el puro fluir del tiempo de un modo continuo. Para Bergson la memoria y el devenir de la existencia son una sucesión de estados vitales de índole espiritual. Porque, a su juicio, no existe un yo fijado y estable. Se observa la persistencia de una continuidad de estados perceptivos y mentales que se autoconstruyen y crean por acumulación y cambios constantes. Como escribe este pensador en Evolución creadora: «Para un ser consciente-dice Bergson-, existir significa cambiar, cambiar significa madurar, madurar significa crearse indefinidamente a sí mismo». Actualmente, tanto la psicología cognitiva como las neurociencias analizan e investigan sobre las cuestiones de la memoria, la conciencia, la percepción y otras funciones cerebrales. Y se conoce con mucha mayor precisión y detalle la complejidad electroquímica de estos procesos mentales, algo que no era posible en tiempos de Bergson.

Evidentemente, desde la perspectiva filosófica de este pensador está claro que los instantes del tiempo que se pueden medir y diferenciar objetivamente no son iguales en su duración subjetiva en el tiempo interno de la conciencia. Desde el planteamiento bergsoniano la libertad procede del yo siendo la expresión de la propia conformación de la estructuración de los actos vitales de la persona. En consecuencia se puede decir que la libertad es el resultado de los actos conscientes de la voluntad de cada sujeto. En su libro Materia y memoria de 1896 Bergson se muestra en desacuerdo con la equivalencia entre lo físico y lo psíquico. A pesar de que ya conocía la psicofisiología no acepta del todo los datos ofrecidos por la misma. Y así afirma Bergson que: «Por tanto, no hay y no puede haber en el cerebro una región en la cual los recuerdos se fijen y se acumulen. La pretendida destrucción de los recuerdos por causa de lesiones cerebrales es sólo la interrupción del progreso continuo por el cual el recuerdo se actualiza». La interpretación del funcionamiento cerebral por parte de Bergson es incompleta porque es necesario considerar que la psicología a finales del siglo XIX y principios del siglo siguiente está en una etapa de constante aumento en el conocimiento efectivo y real de los procesos cerebrales. Aún en pleno siglo XXI se siguen investigando nuevos aspectos del cerebro en una tarea que se supone inacabable. En este sentido las consideraciones de Bergson sobre el recuerdo y la percepción parecen espiritualistas y mentalistas. Si bien, en lo relativo a los procesos conscientes del yo, estimo que proporciona explicaciones coherentes y aceptables, ya que son perfectamente compatibles con los conocimientos más especializados de la neurociencia y la psicología cognitiva actuales. La identificación del cuerpo con la acción o percepción y del espíritu con la memoria es un logro más de la filosofía de este pensador que fue premio Nobel por la calidad de su escritura.

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