Ídolos de barro
En la política carpetovetónica se dan hoy como hongos, pero más tarde o más temprano terminan derribados en el mismo barro, del que proceden. Éste es el triste y decepcionante caso de dos políticos asturianos, sobre todo el de uno de ellos, que fue un carismático defensor de la causa obrera, sindicalmente, que gozaba de la simpatía popular socialista y trabajadora. La Federación Socialista asturiana y el SOMA-UGT tenían en él a su mejor líder, que, con el verbo o la pluma –sobre todo en Rodiezmo, al lado siempre de su Alfonso Guerra–, arremetía contra todo aquello que no estaba en su órbita política y sindicalista. Y ahora se descubre que no declaró a la Agencia Tributaria nada más y nada menos que un millón y pico de euros, cuya procedencia habrá que investigar. Hala, un anticapitalista, millonario. ¡Toma del frasco, Hilario!
El otro ídolo derribado es del PP y, él, casi llega a ser presidente, pero Aznar le metió el diente. Y de la política pasó a las perras, al vil parné, que era lo verdaderamente suyo. Tanto es así que llegó a presidir un banco internacional, que abandonó para volver a casa, a Bankia y Caja Madrid, en donde sus sucios trapicheos han dejado sin una perra a infelices y humildes clientes. ¿Recuerdan al interfecto tocando eufórico aquella falsa campana de Bankia? Pues bien, este falso ídolo asturiano, con otro pájaro como Blesa, es el mayor responsable, al parecer, del escándalo de las famosas tarjetas opacas de Caja Madrid, cuyo escándalo es de tal magnitud que nos deja ante el mundo con el culo al aire, social y políticamente.
Silenciamos los nombres de estos dos ídolos de barro –asturianos, para nuestra desgracia–, uno de izquierdas y otro de derechas, que dejamos al estimado lector. Sin más comentario. Bueno, sí, éste: crisis, corrupción y el nacionalismo sedicioso; de continuar todo así, terminaremos siendo el felpudo de Europa. Y hacia él, irresponsable y demencialmente, nos vamos viento en popa.
Ricardo Luis Arias
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