Los bancos siguen forrándose
El presidente del Gobierno hace algunos meses dijo en un foro internacional –recordémoslo– que España contaba con el mejor sistema financiero de Europa, el más saneado, que las entidades bancarias no estaban afectadas por la crisis económica y no había ningún problema. La crisis que sufría España –añadía– venía provocada por agentes externos, especialmente de los EE UU de Bush.
Hace años algunos banqueros con cierta ambición entraron en un arriesgado juego –primero al otro lado del Atlántico, luego a éste–, que les reportó enormes beneficios. Actualmente, en medio de la peor situación financiera desde la II Guerra Mundial, a juzgar por las recientes declaraciones, les sigue produciendo jugosos dividendos.
El G-5 bancario, el que agrupa a los grandes del sector en nuestro país: Santander, BBVA, Caja Madrid, La Caixa y Popular, ha dado a conocer estos días un resultado como el mejor tercer semestre de su historia, con ganancias de 9.312 millones de euros, o sea, 52 millones diarios; lo que es igual, por encima del billón y medio de pesetas.
Haciendo similitud con los casinos, la banca siempre gana. Lo sabemos de memoria, estemos o no en el casino. No obstante ello, esta mañana me he despertado sereno y condescendiente, aunque varios interrogantes me siguen atenazando, a saber: a esa banca que acaba de proclamar unos beneficios ligeramente inferiores a los del primer semestre de 2008, ¿por qué se le ha concedido ayuda económica a cargo de nuestros impuestos?, ¿cómo se entiende que necesitaran de los fondos públicos, es decir, del dinero de todos los contribuyentes españoles para emerger de hoyo de la crisis? Si es así, ¿por qué con su corporativismo no se remedian entre ellos? No seamos ingenuos. Dinero llama a dinero y la factura de todo la seguimos pagando todos, pero, eso sí, los de siempre.
Los bancos, esos que tanto han contribuido a la burbuja inmobiliaria cuando prestaban dinero con sólo darle los buenos días al director de una sucursal, por lo que se ve, siguen forrándose y dando la sensación de que la burbuja sólo estalló a los hipotecados y nominados a dejar su vivienda. La cruda realidad es así y, desengañémonos, seguirá siendo así. Es obsceno comprobar el montón de dinero que todavía hoy se están embolsando la banca cuando hay miles de hogares en España en los que la familia entera está en paro.
Llegó la tragedia y el sacrificio para gran parte de la sociedad española, y los banqueros de rositas. Si el banco cae, lo auxilia el Estado con dinero público. Y deberíamos preguntarnos, asimismo, ¿quién socorre a las víctimas, que son muchas, sin trabajo, sin casa y sin autoestima, fagocitados por una violenta ola que ellos nunca removieron?
Quiero terminar estas líneas transcribiendo literalmente otra sustanciosa declaración de Rodríguez Zapatero, de hace pocas semanas: «Éste no es el momento de grandes beneficios, ni de salarios excesivos, ni de rentabilidades a corto plazo; éste es el momento de comprometerse con el país».
Pues muy bien, señor Presidente, sea así y comprometámonos debidamente. Pero que los obligados seamos todos.
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