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Lugones-La Fresneda, una locura de paseo

22 de Octubre del 2014 - José Donato García Julías (La Fresneda)

Recientemente, encontrándome yo extraordinariamente pletórico de energías, decidí encaminarme desde la estación del ADIF de Lugones hasta la urbanización de La Fresneda. Hacía tiempo que no realizaba el recorrido, por lo que no recordaba la magnitud y el riesgo existente en tan ardua y complicada tarea. Una vez llegado a destino, me daría cuenta de lo arriesgada, y no sin cierto grado de irresponsabilidad por mi parte, que había resultado ser tan intrépida odisea.

Una vez que vas avanzando por la avenida de Gijón, el recorrido resulta apacible y tranquilo, con sus pasos de cebra y sus amplias y modernas aceras. Eso sí, acompañado por la extraña sensación de vivir una película futurista y apocalíptica en la que apenas hay coches aparcados: quizá sea por la existencia en el suelo de unas intimidadoras líneas azules.

Hasta Tartiere Auto, todo bien; no obstante, a partir de aquí comenzaría la verdadera aventura. Una vez rebasado el concesionario, y durante todo el recorrido hasta la gasolinera de La Fresneda, la acera brillará por su ausencia, teniendo además el handicap de sortear los vehículos aparcados, al mismo tiempo que esquivas como puedes a los que circulan dirección a la costa. Justo cuando rebasas el cruce que va hacia el pueblo de La Fresneda, es donde tienes que cruzar por primera vez la carretera Oviedo-Gijón: miras hacia ambos lados y, carrerina. Ya por el lado izquierdo, como exige el Código de Circulación, muy pronto llegas al siguiente obstáculo: cruzar la incorporación de los coches que vienen de la AS-17. Cuando lo consigues, tienes que desplazarte por el arcén del puente de la AS-18, trayecto relativamente cómodo, en el que te da tiempo de observar detalles como lo complicado que resultará el caminar de noche por dicho viaducto, ante la inexistencia de puntos de luz en la totalidad del mismo.

Pero, ¡ay, amigo!, ahora viene lo mejor: cruzar la AS-18 e, inmediatamente, también la incorporación de los automóviles que vienen de la AS-17. Cuando a duras penas superas el primer obstáculo, te quedas inexorablemente en un reducido espacio, en tierra de nadie. Allí permaneces unos segundos, que te parecen horas y, ¡eureka!, te das cuenta de la hazaña conseguida, acabas de eludir la reata de interminables vehículos, pilotados estos por conductores estresados y ansiosos por llegar a Carrefour y Leroy Merlin a gastar los cuartos. Desde este punto, te desplazas: contra norma, por la derecha de la carretera; por un estrecho arcén de tierra, de un metro escaso, y esquivando la maleza; rezando (el que sea creyente), por que no se crucen a tu altura dos vehículos de gran tamaño, etcétera. Todo esto, con la emoción añadida que te da el ruido de los tubos de escape, los silbidos cercanos de los coches al pasar, sin olvidar esa gran carga de dióxido y monóxido de carbono en el ambiente. Cuando pasas debajo de la autopista "Y", la sensación del cercano destino te hace obviar la realidad y la gravedad del riesgo por el que estás pasando: te desplazas por un lugar estrecho y del que, en caso de peligro, no tienes escapatoria. Cuando sales del túnel, la sensación de alivio es tal que apenas te das cuenta de que estás subiendo unas escaleras. Puede que sean empinadas, pero te están alejando de la arriesgada carretera. Ni siquiera te percatas de que deambulas por un sendero de tierra, entre maleza y sin farolas. Al llegar al paso de cebra que da acceso al centro comercial Azabache, observas que hace un par de kilómetros que no tienes cualquier tipo de preferencia como peatón.

El estado tan lamentable de un trayecto tan concurrido parece propio de un país en vías de desarrollo. La causa de tan sangrante situación no es otra que las permanentes y estériles disquisiciones entre las diferentes administraciones que tienen competencias sobre el asunto. El Principado, titular de las diferentes carreteras, no demuestra interés alguno de enfrascarse en gastos y, por el otro lado, el italiano, multicolor y antinatura Consistorio municipal que tenemos en suerte nació para defenestrar a los antiguos inquilinos del mismo, en ningún caso para solucionar los problemas de sus habitantes. Y eso que entre sus integrantes se encuentran, en teoría, representantes locales de las dos localidades en cuestión: misterios de la política.

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