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Carta a José Ángel Fernández Villa

18 de Octubre del 2014 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Por distintos medios de comunicación estoy al corriente de que, a la presente, continúa usted viviendo en Oviedo, y aunque parece que su salud no es la mejor, tampoco manifiesta gravedad alguna, toda vez que la medicación a la que esté sometido puede realizarla en su propio domicilio. Está lejos de mi propósito hacer leña del árbol caído, de interpretar una pieza de demagogia, tan corriente en estos casos, o incluso en erigirme en justiciero implacable acerca de la "supuesta" felonía de la que parece ser el autor. Por supuesto, también deseo dejarle claro que al contrario de lo que pueda haberle sucedido a muchas personas, nunca le he tenido como un mito, pues, si bien es cierto que alguno tengo, además de terrenales, no provienen en ningún caso del mundo político o sindical.

Faltaría a la verdad si no admitiera que la noticia sobre lo que se conoce vulgarmente como blanqueo de dinero llevado a cabo por usted no me ha sorprendido. Mire, a estas alturas, y después de contemplar atónito la interminable ristra de saqueos cometidos en nuestro país por personas supuestamente honorables, la irrupción de su nombre en la lista de villanos (cuya palabra no es derivada de Villa), mangantes y amigos de lo ajeno ha representado una profunda conmoción. El mismo día en que su nombre salió a la palestra para unirlo indefectiblemente al vomitivo club del raterío ilustrado, la opinión de muchas personas con las que trato era de verdadero estupor. No, Villa, no, no puede ser, tiene que haber algún error... Tal fue el impacto emocional que usted ha provocado en una parte nada desdeñable de esta ciudadanía asturiana tan diezmada y dolorida por los efectos de esa crisis que sólo ven superada quienes, media hora más tarde, son descubiertos con cuentas en Suiza, con todo tipo de perversiones perpetradas con el dinero de todos, o con quienes serán recompensados con puestos en consejos de administración excelentemente remunerados en las empresas a las que antes ayudaron a enriquecerse como consecuencia de su acción de gobierno.

No pretendo descubrir nada nuevo sobre la que fue su trayectoria sindical y política en Asturias durante cerca de cuatro décadas, porque es sobradamente conocida, aunque puedo asegurarle que somos muchos los asturianos, gran parte de ellos votantes de su partido, que siempre hemos mantenido la impresión de que su proceder, en tanto que dirigente, ha estado marcado por unas directrices que han rayado, si no rebasado, el procedimiento más genuino de las mafias sicilianas, porque la arrogancia, la prepotencia y el descaro con el que se ha desenvuelto eran públicos y notorios. Usted, señor Fernández Villa, puede que tenga la gran virtud de haber vencido a propios y extraños durante su dilatada trayectoria, pero lo que es convencer creo que no ha convencido más que a una pequeña porción de personas temerosas de sus actitudes casquistas o, en el mejor de los casos, deseosas de ocupar algún cargo liberado en el partido, sindicato, en cualquier Ayuntamiento o incluso en el Principado de Asturias. En torno a usted se ha fraguado un sinnúmero de leyendas, eso sí, todas de carácter abominable de ser ciertas. Lo mismo se extendió el rumor de que había sido confidente de la Policía en los últimos tiempos del franquismo, que pasaba por ser accionista mayoritario de una cadena de supermercados o que, simplemente, decidía quiénes eran o no concejales, alcaldes y presidentes de Asturias. Vaya, que a su lado don Vito Corleone no pasó de ser un vulgar aficionado.

Pero hoy, cuando se ha tenido constancia de que usted ha blanqueado en torno a 1,4 millones de euros, muchas de esas leyendas que señalaba bien podían quedarse cortas. Ha hecho usted la interpretación más sublime del doctor Jekyll y míster Hyde. El desdoblamiento de su personalidad y la doble moral de la que ha hecho gala entrarán, sin duda, en el "top-ten" de la lista de los mayores caraduras que ha dado nunca esta tierra. Y lo más triste de toda esta historia es que a pesar de que a la gran mayoría de los recios mineros asturianos se la distingue por su valor, su coraje y su hombría, usted también ha demostrado ser un individuo pusilánime y exento de los atributos masculinos de los que usted mismo ha hecho gala tantas veces al no dar la cara. Hasta en eso ha mentido. Ya no le voy a pedir que convoque una rueda de prensa, ni que acuda al Parlamento asturiano, como sería lo lógico, porque ya se ha visto que no tiene la menor intención de hacerlo. Como descendiente de mineros desde hace varias generaciones, sí le animaría, sin embargo, a que emitiera un comunicado por escrito. Diríjase usted a los asturianos para pedirles perdón, porque es lo mínimo que se podría exigir. Seguramente que es algo que dista mucho de entrar en sus planes, pero, por favor, hágalo. No es menos hombre quien tiene la humildad de reconocer sus errores y de pedir perdón por ello. Como tampoco lo es pedirle que renuncie usted a las distinciones de las que ha sido objeto y a que done los dineros que no le pertenecen a cualquiera de los muchos comedores sociales o roperos parroquiales que, por desgracia, existen en muchos lugares de nuestra Asturias, porque sería la única salida medio digna, que, sin restituir su honor, se merece la gran mayoría de las honestas gentes asturianas.

Martín Montes Peón

Oviedo

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