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País de hipócritas

10 de Noviembre del 2014 - Pablo Armesto González (Gijon)

Declarar mis intenciones de un inicio: ni más ni menos que hasta la gorra, como el resto de españoles, de toda la mangantería y corrupción que rodean este país, instituciones y demás organismos.

Una vez dicho lo cual, éste es un país pícaro, egoísta, interesado, individualista y "paso de todo" en su raíz y eso es innegable, y esta definición responde a cómo somos la gran mayoría de sus habitantes, porque una nación se califica por cómo son sus ciudadanos. Y eso es sencillamente lo que hay en España.

Totalmente de acuerdo en que nuestros gestores son lamentables y les han pillado con el carrito de los helados en innumerables ocasiones, pero ¿acaso no conocen en su entorno más cercano a algún vecino que no paga su comunidad? O el típico caso del golpe con su coche a un tercero al que le dejo una notita con un teléfono móvil falso en el parabrisas, porque se forma gran revuelo de gente alrededor.

No estoy intentando ni por un momento justificar los robos incontables y las malas artes de todos y cada uno de los políticos que hemos sufrido desde tiempos inmemoriales, de uno y otro signo político, y, ojito, con los signos políticos que nos quedan por venir, porque los profetas, a mí, personalmente, me suenan a otro tiempo, y cuidado con quienes surgen en momentos de debilidad social y con agarrarse a un clavo ardiendo, que las experiencias pasadas no siempre fueron las acertadas pese a ser elegidas democráticamente

A lo que voy, sencillamente es que no somos serios. Leo recientemente el currículo de la ministra senegalesa de Sanidad y me doy cuenta de que se trata de una profesional 100 por ciento cualificada en el ramo que gestiona, formada y conocedora, tras veinte años de experiencia, del funcionamiento del sistema de salud de su país, y no sólo eso, sino altamente reconocida fuera de sus fronteras, y ahí es donde, en mi opinión, radica el problema.

¿Por qué a la cabeza de nuestro Ministerio de Sanidad no se halla un profesional cualificado? ¿Por qué los ministros de Justicia, Defensa, Empleo, Economía, Fomento, Educación, Asuntos Exteriores, etcétera, no son grandes jueces o abogados, gestores reconocidos, profesores universitarios reconocidos, doctores médicos, notarios, grandes juristas o técnicos capacitados, con carreras exitosas, experiencia o una formación acorde a sus especialidades?

Los mecanismos políticos actuales (el bipartidismo y el pago de favores), sin duda, no son los adecuados para el acceso de estos individuos a la gestión de nuestro país, por lo cual, y debido a ello, padecemos los ministros que padecemos, y si esto pasa en la cabeza de los poderes de este país, imaginémonos en el resto de estamentos y administraciones.

De todas formas, si tuviéramos ocasión de nombrar ministros, secretarios, gestores a estas personas mencionadas anteriormente, si la bicefalia gubernativa de este país decidiese contar con ellos, aunque sólo fuera por sacar réditos políticos... ¿creen ustedes que por algún momento alguno de ellos estaría dispuesto a tomar partido en esta empresa?

No lo creo en absoluto.

Es más, lo dudo muchísimo, estos señores son de raíz y, como mencionaba al inicio, españoles, y, por tanto, como muchos compatriotas, prefieren estar en su empresa, triunfando en su campo, ganando su sueldo para irse de vacaciones o comprarse una buena casa o un buen coche, coche con el cual si tienen un golpe en la calle y se forma un revuelo de gente posiblemente harán la 12-13 al pobre contrario que de no encontrarse en la zona tendrá una nota en su parabrisas con un teléfono falso.

Eso sí, muchos de ellos, muchos de nosotros retuitearemos o publicaremos en Facebook o enviaremos Wasapps, etcétera, con la comparativa entre la ministra senegalesa y la española sin darnos cuenta de que por muchos, muchísimos motivos, no tenemos nada que ver con otros países y que al compararnos con estos países teóricamente menos desarrollados e igualmente si lo hubiéramos hecho con aquellos que lo están más, el problema no lo tenemos con nuestra clase política (que también), el problema está en nuestra casta, no la política, sino la casta española, que nos lleva a criticar lo que está haciendo el de al lado cuando casi, casi tiene más que callar que el que critica.

Hagamos una reflexión. Posiblemente, lectores de esto negarán la mayor y seguirán retuiteando y publicando en Facebook y mandando Wasapps mientras descargan pelis y música pirata, evitan el IVA en sus reparaciones caseras o tratan de chulear a su compañía de seguros o a un inmigrante con sudaderas de imitación en un mercadillo. Así somos. No seamos hipócritas.

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