La monxina
Sor Lucía Caram, religiosa dominica de vida contemplativa, pasa las noches de claro en claro en los platós, y los días de turbio en turbio ¿en el convento? Quia. En las redes. Fenómeno mediático al que servidor se mantuvo ajeno hasta que una carta reciente en LA NUEVA ESPAÑA, “Sor Lucía: ¿en misa o repicando?”, lo sacó de su torpe indiferencia. No se enfadará su autora si se toma aquí como punto de partida su antología del florido pensil de esta monjina que, cada vez que abre la boca (y lo suyo es no cerrarla), suelta las tonterías de dos en dos. Y hasta de tres en tres.
Sor Lucía nació hace cuarenta y seis años en Tucumán y vive (o se desvive) desde hace veinte en Cataluña, donde se convirtió al nacionalismo cuando se le apareció Carod Rovira coronado de espinas: Artur Mas es muy buena persona y mucho más inteligente que Rajoy (mucho más, no sólo un pelín). Pujol ya pidió perdón y se le debe perdonar. Ahora toca pedir perdón a sus hijos. ¿Y perdonarlos sin pasar por caja? ¿Los absuelve la reverenda por el procedimiento abreviado? También se convirtió la monja al Barça: Sandro Rosell es transparente, Messi alcanza la perfección y roza lo divino. Sería pecado no ser del Barça. Sin embargo, aunque Pedro Sánchez no juega en el Barça, lo encuentra sor Lucía guapísimo. Nada más sobrenatural que una religiosa contemplativa tenga ojos en la cara para la hermosura de las criaturas que el Creador, mil gracias derramando, deja caer acá y allá para hacer más llevadero este valle de lágrimas.
Pero dígame, hermana, ¿no encuentra vuestra caridad guapo a Albert Rivera, con su testa de emperador romano? (De los buenos, que fueron los hispanos: Trajano, Adriano, Marco Aurelio). Un hombre plantado contra viento y marea; que no levanta la voz más de lo justo porque la trae cargada de mil años y pico de razón. ¿O sólo consume vuestra reverencia productos con denominación de origen envasados por la secesión y por la izquierda? Sor Lucía y su equipo atienden en un comedor a centenares de necesitados. El misterio es de dónde sale tanta boca hambrienta en esa nación regida por una élite honrada e inteligente, ¿de que Espanya ens roba o de que els Pujols no lo devuelven, els molt lladres?
Patéticos apóstoles mediáticos que a un graderío sediento de sangre y sexo le ofrecen el Evangelio de su propio entusiasmo por los desvaríos novísimos del antiguo paganismo. Acarician el lomo de la bestia con la esperanza de que les devuelva las zalamerías. No les pregunten por el aborto; difícil saber si suben o bajan en esa escalera de la vida. ¿No habría de tener la embarazada derecho a decidir como cualquier nacionalista? (Razonamiento similar al que, en otro orden de cosas, se habrán hecho Bárcenas, Pujol, Fernández Villa, Blesa y un etcétera desoladoramente interminable).
¿Que en la casa del Padre hay muchas moradas? Cuantas más, mejor (aumenta las posibilidades de que haya sitio allí para este pecador). Aunque con Cristianos para el Socialismo, monjas peronistas y curas filoguerrilleros (de la franquicia García Laviana) aquello se puede convertir, si Dios no lo remedia, en una jaula de grillos que te haría la vida eterna poco menos que imposible. Un Sálvame de luxe.
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