Villa, un engreído
El hombre, como buen simio, es animal social, y en él prima el amiguismo, el nepotismo, el chanchullo, el comadreo, como parte intrínseca de su conducta ética. Es pura biología.
A los que provenimos del mundo de la mina, por ser, como en mi caso, nieto, hijo, sobrino de mineros y haber trabajado en la mina, no nos sorprende en absoluto el caso de Villa. Nunca fue trigo limpio y todas las, aunque veladas, denuncias sobre su comportamiento poco ético, tanto a nivel personal como sindical, han quedado ahora esclarecidas.
Villa no fue más que un malísimo sindicalista, peor político, nulo senador, que fue recompensado por desconocimiento y que, finalmente, será expulsado por su comportamiento.
Sus malos modos son consecuencia de una dureza de mollera poco común, contra la que nada ha podido –sino para acentuarla– el roce con la altura sindical y política.
Que mañana sea o no condenado, me importa un pimiento.
Sus insultos a personas, sindicalistas, políticos, que van a sobrevivirle, son ahora bumeranes.
En realidad se trata de aprendices que nada sabían antes de llegar y que nunca aprenderán respeto, talante democrático, ni nada que no sea una estúpida soberbia.
Es decir, un don nadie más. Un sinvergüenza de tomo y lomo.
Ángel Enrique Fernández González
Sama de Langreo
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