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¿A quiénes les interesa el federalismo ?

22 de Octubre del 2014 - Jesús García Salazar (Oviedo)

Llevamos meses escuchando análisis políticos sobre las consecuencias de una autodeterminación en Cataluña. Análisis en todos los medios de comunicación que resultan ya excesivamente cansinos aunque hemos de reconocer, todos sin excepción, que la derivada final tiene y tendrá una enorme repercusión social, económica, cultural, sentimental y, en definitiva, una nueva concepción de Estado. Por lo tanto, haré unas reflexiones como ciudadano que debate con ciudadanos en el café, en el trabajo o en la tienda del barrio.

La premisa inicial es que la balanza está muy desequilibrada a favor de cuarenta y tres millones de españoles; que no teníamos ninguna pretensión de desestabilizar el Estado, frente a cuatro millones, si englobamos catalanes, vascos y algún gallego que luchan por la independencia para sentirse más vascos, más catalanes o más gallegos . No creo yo que para tener ese sentimiento identitario se necesite una autodeterminación social o política, como tampoco necesito yo la independencia de Asturias para sentirme más asturiano o más candasu. Decir esto es, de inicio, hacer trampas al comienzo de la partida.

Existen, cómo dudarlo, causas objetivas para modificar algunos artículos de nuestra Constitución, pero el ciudadano no tiene como eje para su modificación el federalismo. Lo que sí se ha pedido, como clamor social, es modificar la Carta Magna en aquellas cuestiones que suponen un gasto excesivo para el ciudadano, como reducir el número de escaños en el Congreso e incluso la supresión del Senado; la disminución de parlamentarios en las respectivas CC AA; terminar con las dietas, los kilometrajes, los sueldos por asistir a plenarios o consejos; disminuir el número de aforados y dejarlo en cifras que no superen en 2 o 3, etcétera. Pero ahí los políticos hacen oídos sordos o se escudan en que son derechos de actividad o representación

Desgraciadamente, se ha recrudecido la larvada tentativa de autodeterminación, prolegómeno de la independencia en Cataluña. Y seguramente la han despertado múltiples causas e intereses, pero fundamentalmente porque se han permitido concesiones jurídicas, administrativas, territoriales y políticas más allá de lo razonable y por votos cautivos, en un error que ha comenzado con Felipe González, ha continuado con Aznar, ha sido rematado por Zapatero y continuado ahora por el actual presidente, el señor Rajoy.

Definir el federalismo es entrar en múltiples definiciones aunque todas ellas tienen conceptos próximos basados en: pilares ideológicos, históricos, culturales, estructurales y jurídicos entre otros. Sea cualquiera de estas definiciones, los constitucionalistas y juristas debaten si nuestra estructura autonómica es una descentralización plena, un federalismo incompleto o una estructura por definir teniendo en cuenta los principios de subsidiariedad y el respeto a las peculiaridades. Por lo tanto, si los expertos no terminan de unificar criterios, ¿por qué los políticos han de adecuarlos a sus intereses y no a los intereses de la mayoría de españoles? Precisamente esa ausencia de los referentes en el modelo español es por lo que la Constitución de 1978 obvió el federalismo como lo hiciera la semilla constitucionalista de Cádiz. Referentes ausentes en nuestra realidad histórica, cultural y estructural. Bien es cierto que en la Constitución de 1931 se hizo referencia al modelo de Estado en aquel excelente debate, de verdaderos y brillantes políticos, entre Azaña y Gasset, al igual que también debatieron en la ponencia Constitucional de 1978, políticos de altura como Pérez Llorca, Solé Tura, Roca Junyent y catalanistas como Heribert Barrera o Antón Canyellas; estos últimos afirmaron, con errores interesados, que su bandera y lengua son las catalanas y que su Estado lo es por siglos de historia.

En este debate entre políticos, no por necesidad ciudadana, quieren hacer similitudes en referencia a modelos y compararnos como si se pudiera aprender de manera mimética cuando el modelo español no es comparable con ningún país. Lo que sí es innegable, es que en todos esos países a los que se hace referencia el concepto de Estado está muy por encima de las diferencias territoriales y los une el sentimiento de nación, mientras que a este viejo Estado español, por parte de estas comunidades autónomas independentistas, es precisamente lo que cuestionan rechazando todo lo proveniente de España. Por lo tanto, no hay que ser bisoño como el actual secretario del PSOE, el señor Pedro Sánchez, o querer hacernos ver que el federalismo es la solución, como proclama nuestro presidente autonómico el señor Javier Fernández. Todos ellos saben, incluido el señor Rajoy, que esa proa va hacia el horizonte del separatismo; y ambos partidos, el PP y el PSOE, de persistir en este error, se dejarán una sangría de votos en una balanza que en la que pesamos más los que creemos en el Estado que quienes tienen el separatismo como bandera, y no creo se atrevan a poner en sus programas electorales el Federalismo como uno de los elementos a votar.

El ejemplo más palpable, y lo saben, de que su horizonte es el separatismo se aprecia en la ausente colaboración, lealtad y cooperación de la burguesía catalana gobernante. Una falta de respeto al Estado, con la Constitución, con las sentencias del Constitucional, o cualquiera otra jurisprudencia de obligado cumplimiento. Por lo tanto, el federalismo no cerrará al catalanismo separatista e independentista, a pesar del freno que ha supuesto no permitir la celebración oficial de la consulta del día 9 de noviembre.

Se ha entrado, y con ello termino, en un escenario con trasfondo político pero de enorme repercusión social y territorial. Un escenario cuya génesis ha sido un vector de políticos hacia el ciudadano y no a la inversa. Una lucha que comenzó hace años y en la cual un catalanismo burgués está haciendo músculo para que en las próximas generaciones, desde las escuelas, la educación adoctrinada, el idioma, los vigilados rótulos en comercios, en los taxis, etcétera, se invierta el actual 12% que quieren hoy la independencia frente a un 80% que no lo desean. Pero a día de hoy, y espero que no del mañana, lo que se está abriendo es una escalada de sentimientos, de desencuentros y agravios territoriales que serán peligrosos cuando ya se lancen una aventura real hacia la desestructuración de nuestro viejo Estado.

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