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En recuerdo de Juan Carlos Llames

22 de Octubre del 2014 - Arturo Arbesú García (Oviedo)

El día 30 de octubre, a las 7 de la tarde, en la iglesia de los Dominicos, en La Felguera, se celebrará un funeral, como es tradición, en tu memoria. Nos reuniremos quienes más te quisimos y juntos rezaremos por ti, por tu alma. Queremos que estés en la gloria y, aun percibiéndote allá, elevaremos nuestras plegarias al Todopoderoso como testimonio de amor, de afecto, de amistad.

Ese día te recordaremos de manera especial. Te recordaremos como la excelente persona que has sido. Esposo fiel y enamorado, padre de conducta ejemplar, un abuelo cariñoso y complaciente, unido fraternalmente a tus hermanos y a la familia toda, de aquí y de allá, leal con los amigos y un maestro profesional modelo para tus alumnos.

Tú no te has ido, vives en nuestra memoria y hacemos recuerdo de ti en multitud de ocasiones, por no decir constantemente. El modo de conducirte, servicial, dispuesto y sobre todo jovial, una jovialidad contagiosa que cautivaba a quienes contigo tratamos, siguen latentes.

Por tu forma de vivir, discreto, humilde, buenas maneras, nunca un mal gesto, nunca una crítica, siempre cercano, ayudando donde fuera necesario, conquistaste el afecto del amplio entorno en el que te relacionabas.

Caminante, la montaña te encantaba, las reuniones de amigos, de compañeros de colegio, los viajes para visitar a amistades, aunque fuese al quinto pino. Mesuradamente inquieto, siempre en activo, buscando qué mejorar, ordenado, no había fronteras al conocimiento, tu curiosidad por aprender era consustancial a tu persona.

Cuantas anécdotas y pasajes que contar de tu vida intensa, activa.

Puntual y meticuloso, en ti no existía la holganza; si acaso, la cabezadita de la siesta.

Tú no te has ido, vives permanentemente en nuestra compañía. ¿Cómo olvidarte, Juan, habiendo sido una persona pródiga en afecto, simpatía, amor, jovialidad?

Me comentaba tu esposa, Yoyi, que cuando algo no funciona y necesita apoyo, orientación, te reclama “Juan, Juanín”, como, zalamera, te llamaba, “hay que resolver esto o aquello”. Y el sentido común, el buen criterio de Juan, acude de alguna manera y se resuelve. ¡Estás presente, Juan!

Tu compañía, la de llevarla cogida del brazo o pasándoselo por el hombro, la siente. Para ella tu vida no acabó, te tiene presente y como tanto te quiso, tanto os quisisteis, formáis una pareja indisoluble. De tanto quererte, quisiera llorar y no puede. Tanto la quisiste que ¡cómo olvidarte! Y a solas, espera tu llegada y, si te retrasas, se conforta con el bendito manto del recuerdo que cubre la ausencia. A veces, deja brotar lágrimas que, curiosas, asoman, como testigo, cuando su mirada se posa sobre una de tus fotos o en algún objeto que apreciabas.

Hermana mía, cuando no puedas soportar su ausencia física, llórale. Él sabe que es llanto de amor y se considerará feliz. Un guiño jovial te dedicará que te procurará paz y consuelo.

Juan Carlos, persona excepcional, no te olvidamos. Recordándote, mantenemos la ilusión de que sigues, inseparable, a nuestro lado.

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