Antón Saavedra

22 de Octubre del 2014 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Con su gorra o boina a lo paisano, que nunca apea, irrumpió un día en el sindicalismo asturiano de UGT de una manera ejemplar, entusiasta y prometedora, pero el defenestrado Villa pronto le puso la proa y le hizo la vida imposible, en evitación de que le quitara su liderazgo sindical, que acaba de hundir en el fango de una corrupción cada vez más generalizada en este carpetovetónico país. Y punto, porque nos desagrada eso de hacer leña del árbol caído. Antón Saavedra, como consecuencia, se fue para casa asqueado al ver que su idealismo, cambios y proyectos, dentro de una mejor trayectoria socialista y sindical, se habían estrellado contra una insalvable muralla de egoísmos y ambiciones.

Pues bien, que Antón Saavedra, con su gorra, vuelva a la palestra sindicalista del SOMA y UGT, con el consabido respaldo de todos, para conseguir el cambio y regeneración que necesita el sindicalismo minero de Asturias, cuyo carbón de sus cuencas no pueda estar en situación más crítica y angustiosa. Este Saavedra, además, y de raza le viene al galgo, es hijo de otro Saavedra que, en las minas de Aller y de Langreo después (la dinastía minera y sindicalista de los Saavedra es oriunda de Caborana y Moreda), hizo ejemplar historia en aquel sindicalismo de los convulsos años treinta, fiel a unos principios de honradez, integridad y servicio a los demás. Saavedra padre, que ya no está con nosotros, supo estar siempre en su sitio, antes de la guerra y después de ella, y sufrió también su desencanto al ver que su sindicalismo tomaba un giro que no iba con su idealismo en la defensa de la clase obrera.

Conocimos a Saavedra padre en San Isidro. Allí se cruzaron nuestros caminos, y nació una buena amistad, de la que me honro. Lógico, porque los dos coincidíamos en muchas cosas. Siempre recordaré a aquel afable y bondadoso Saavedra, en su casina de Isoba, donde solía pasar los veranos –allí conocí a su hijo Antón–, y las gratas charlas que teníamos ante una rica cecina y un buen tintorro, atendidos siempre por su bondadosa mujer, fiel compañera en la andadura humana y política de aquel histórico sindicalista, cuyo hijo, fiel retrato de su padre, tiene que volver a la vida sindical activa. SOMA y UGT, hoy, necesitan a Antón Saavedra, y a cuantos son como él, para su cambio y regeneración.

Ricardo Luis Arias,

Aller

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