Ojo con los pregoneros facilones
Siempre he considerado que Oviedo es una ciudad elegante, dotada de una nobleza y de una clase que fácilmente puede notarse en el estilo de los ovetenses, por la forma de vestir –vanguardia de moda– y por cierto toque de distinción, que tiene su reflejo tanto en las calles de la ciudad –pionera y ejemplo de peatonalización y humanización– como en las fiestas, eventos y aficiones; baste recordar la ópera, los premios Príncipe de Asturias o la ejemplar afición de la Fórmula 1.
Pasmo y asombro nos ha producido a muchos asturianos el anuncio por parte del Ayuntamiento de la elección, nada más y nada menos que del «showman» televisivo Boris Izaguirre como pregonero de las fiestas de San Mateo para 2009.
Considero que el pregonero de las fiestas de la ciudad ha de ser una persona destacada por la excelencia de alguna de sus facetas o logros. Al fin y al cabo, ese nombramiento constituye una prerrogativa muy singular. Así que no vale cualquiera, pues la categoría del pregonero dice bastante de la ciudad que le invita y, a mi entender, Oviedo es mucha ciudad. Hubiera sido de esperar, por tanto, que el pregón de las fiestas de San Mateo se le encomendara a algún personaje que, aparte de otras cualidades de algún modo excepcionales, poseyera las de la elegancia y las buenas maneras.
Pienso que nada de esto reúne la persona designada para el pregón de este año y somos muchos los que no nos sentimos, ni dignamente representados ni, mucho menos, halagados por su nombramiento.
Nos lo presentan como «festivo» y «descomplicado», pero no deja de ser un eufemismo para referirse a su ordinariez, descaro y grosería. Y es que el señor Izaguirre no destaca por sus logros científicos, artísticos, deportivos, ni profesionales de ningún tipo. Sus señas de identidad van más bien en la línea de la superficialidad vacía, la falta de talento, el marujeo, la extravagancia grotesca, el mal gusto y el humor facilón. En fin, un famosillo.
Me da pena que las autoridades municipales hayan cedido a la tentación, tan de moda hoy en día, de confundir lo «progre» con lo irrespetuoso y chabacano. Y es una pena, porque la marca «Oviedo», que en toda España va asociada a los valores de distinción, elegancia y clase, se puede echar a perder por decisiones tan torpes como la que ha llevado a cabo el Ayuntamiento con el nombramiento de, a mi entender, tan desafortunado pregonero.
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