Respiración asistida
La tribuna “Cataluña, España y el enésimo desencuentro”, publicada por LA NUEVA ESPAÑA el pasado 14, está llamada a marcar un antes y un después en la candente cuestión del desafío nacionalista. Propone el autor sustituir el estéril procedimiento de tirarse los trastos a la cabeza por políticas más florentinas, en las que primen la sutileza y el encaje de bolillos. Es el suyo un trabajo original y valiente de periodismo de ensayo, género al que la prensa española nos tiene poco acostumbrados. Más afortunados son, desde luego, allende los Pirineos; Dominique de Villepin, sin ir más lejos, exprimer ministro galo, publicaba hace apenas quince días un texto que recuerda poderosamente al que comentamos. En “Cessons ces guerres” (“Le Monde”, 30-09), propugna también una política de mano zurda para traer a mandamiento nada menos que al Estado Islámico.
Lástima que nuestro Villepin local haya abandonado la política para dedicar por entero su inteligencia y su pragmatismo a una de esas raras firmas, en el entramado empresarial del Principado, que no tienen nada que ver ni con la Administración regional ni con Cajastur. Y cuando decimos nada, queremos decir absolutamente nada. O casi. La redacción ilustraba la tribuna con un florero (¿Metáfora-compendio o advertencia críptica de que determinadas lecturas no están exentas de riesgo?). Resulta ilustrativo reproducir uno cualquiera de sus párrafos, todos igualmente sustanciosos como resultado de aplicar a rajatabla el método de no dejar nada atrás (que luego vienen otros y lo apañan). He aquí una segunda oportunidad para el aguerrido lector que haya sucumbido al primer intento:
“En mi opinión, a este momento corresponde un ejercicio de la política en su versión más elaborada (sutileza, inteligencia, pragmatismo) para avanzar hacia una solución de compromiso que estabilice la ubicación institucional de Cataluña en España, y ello pasa por rescatar al presidente catalán (al margen de sus errores) de las garras del nacionalismo de Esquerra, para construir con el nacionalismo moderado y los partidos españolistas un modelo que compatibilice la singularidad catalana (negar la evidencia resulta absurdo y sólo puede generar frustración) con el modelo constitucional español; y si ello pasa por la modificación del texto constitucional, enfréntese la reforma sin titubeos, con transparencia, para solventar un asunto inconcluso con ocasión del proceso constituyente, cual es el modelo territorial al que se dedica el título octavo”. (Fin de cita). Pues eso. Más claro ni el agua. De subsistir alguna duda, sería puramente formal: la de por qué sutileza, inteligencia y pragmatismo son incompatibles con el punto y coma.
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