Turismo religioso o devotos de turismo
La pretensión del señor Caunedo, a tenor de sus declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA, de fomentar lo que él denomina “turismo religioso”, a costa de las reliquias pertenecientes a la Iglesia es, como poco, un desacierto, cuando no una demostración de su ignorancia de lo que significan, olvidando el respeto y la devoción con que deben ser tratados todos aquellos objetos o imágenes que sean de veneración para un cristiano y así denominados por la Iglesia.
Exponer las cosas sacras como si fuera un jurásico sólo se le puede ocurrir a quien sólo les da un valor histórico o arqueológico despojándolas de todo significado espiritual. Que el Camino de Santiago tenga su obligada parada en Oviedo lo es por su visita al Salvador; por ello, sólo se puede entender desde quienes emprenden el camino por razones que en nada se pueden comparar a un turista de ruta.
Las imágenes y reliquias, que la catedral de Oviedo o la recientemente denominada basílica de San Juan, o cualquier otra, guardan y custodian, son para el culto, aunque no se pueda separar de su valor artístico e historiológico. Desafectarlas de la devoción que les es propia es despojarlas de su esencia y de su razón de ser. Por ello, el lugar natural donde deben estar expuestas y custodiadas no puede ser otro que aquel donde se garantice que van a ser objeto de un trato delicado y sirvan para su contemplación piadosa. Todo lo demás, reitero, es situarlas a un nivel puramente antropológico, donde peligraría su trato reverencial, propio de las cosas que para un cristiano son sagradas.
La exposición, por ejemplo, de la Sábana Santa, o de una reliquia, no se concibe más allá que del lugar donde se encuentra el Santísimo, o la imagen de aquél a quien pertenece la reliquia expuesta. Pues para su contemplación y veneración se requiere un lugar acorde con lo que representa; y no un frío museo, donde se deben exponer otras cosas que no sean para el culto divino.
Si lo que pretende el señor alcalde es potenciar el turismo, poténcielo. Pero no lo denomine religioso, porque no existe tal. De ahí la diferencia entre el turista que visita la basílica de San Pedro como obra arquitectónica y a continuación la Meca, de aquel que lo hace llevado por su fe y sus devoción. Y donde puede encontrar un lugar de oración, en un ambiente propicio para ello, quedando solamente expuesto al interés general aquello que no es objeto de culto.
Todo lo demás es pura descristianización o intento de poner a una misma altura lo divino y lo humano.
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