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Nuevas fórmulas y viejas estructuras en el PSOE

10 de Noviembre del 2014 - Juan de la Torre García (Gijón)

El PSOE ya no es un partido de izquierdas. Los más críticos dirán que nunca lo fue; no es la cuestión que nos atañe. El hecho es que el cariz ideológico de un partido se define, en última instancia, por su política económica. Y es ya evidente que el PSOE hace tiempo que ha aceptado la lógica del mercado como ente regulador de las relaciones comerciales y ha desarrollado y apoyado un modelo económico neoliberal. Por ello, el PSOE, objetivamente, ha dejado de ser de izquierdas.

Progresista, quizá, en lo social, aceptando nuevas formas de familia, despenalizando el aborto, tratando de secularizar (al menos de cara a la galería) la educación y la vida pública. Pero lo cierto es que, en lo económico, ha abandonado incluso la socialdemocracia keynesiana que lo caracterizaba en épocas pasadas.

Resaltado este hecho, devienen una serie de consecuencias que traen de cabeza a los asesores del partido.

En primer lugar, debe reconocerse que existe un conglomerado de votantes fieles al PSOE que, a pesar de todas las aberraciones políticas que han llevado a cabo, continúan votándoles religiosamente. Esta fidelidad puede deberse en algunos casos a la formación de una identidad personal en torno a este partido, personas que llevan años siendo militantes (o simpatizantes) y que se definen a sí mismas con relación a esta formación.

El otro caso es lo que me gustaría llamar el voto por amistad, parentesco o por cargo político. Aclaremos esto. Se cifran en España, según cálculos recientes, un total de 122.000 cargos políticos representativos y ejecutivos. Todos estos cargos políticos de la Administración son remunerados, lo que implica un interés sustantivo por parte del individuo en mantenerlo. Desde el punto de vista de la sociología y de la ciencia política, pocas veces se han tratado las variables de la amistad o del parentesco en relación con la emisión del voto, pero a mi juicio (por supuesto, imposible de verificar empíricamente), cada uno de esos 122.000 cargos políticos tiene familiares y amigos que, sintiendo simpatía (o interés económico), harán lo posible por que esa persona continúe en el cargo. Y teniendo en cuenta el turnismo pacífico en el Gobierno del PP y del PSOE durante tantos años, se garantiza la existencia de un conglomerado de voto fijo e inamovible a esos dos partidos.

No obstante, esto no es suficiente para ganar, y por eso el PSOE se halla en una encrucijada. Necesita volver a ser de izquierdas o, al menos, volver a parecerlo. Pero conseguirlo no es sencillo: por un lado, tiene que luchar contra su pasado. Borrar la conciencia colectiva es un ardua tarea, sobre todo cuando su tenebroso pasado neoliberal es muy reciente. Además, la hemeroteca existe y siempre habrá enemigos políticos que acudan a ella para aportar pruebas de las fechorías sociales que se cometieron. Por otra parte, el panorama político ha cambiado, y mucho. Del bipartidismo imperante con una opción periférica de izquierdas (IU) hemos pasado a lo que probablemente sea un auténtico pluralismo político. Dos fuerzas se han situado en la izquierda, Podemos e IU, por lo que este nicho de mercado se encuentra saturado.

El PSOE está jugando la carta de venderse como una fuerza política de centro-izquierda, reformista pero moderada, una oposición firme al PP pero alejada del extremismo de la nueva formación de izquierdas que ha irrumpido en el tablero.

Se trata de recuperar votantes de izquierdas que se han desplazado hacia otras formaciones, volver a erigirse como la alternativa al conservadurismo extremo del PP, apelar de nuevo a ese voto útil que promulgaban en anteriores campañas electorales.

Habrá que ver si consiguen volver a atraer el voto de la izquierda, le han quitado la corbata y arremangado la camisa a su joven líder, pero me temo, para desgracia de sus asesores, que los votantes tienen memoria y que eso ya no va a ser suficiente.

El PSOE ya no es un partido de izquierdas. Los más críticos dirán que nunca lo fue; no es la cuestión que nos atañe. El hecho es que el cariz ideológico de un partido se define, en última instancia, por su política económica. Y es ya evidente que el PSOE hace tiempo que ha aceptado la lógica del mercado como ente regulador de las relaciones comerciales y ha desarrollado y apoyado un modelo económico neoliberal. Por ello, el PSOE objetivamente ha dejado de ser de izquierdas.

Progresista, quizá, en lo social, aceptando nuevas formas de familia, despenalizando el aborto, tratando de secularizar (al menos de cara a la galería) la educación y la vida pública. Pero lo cierto es que en lo económico, ha abandonado incluso la socialdemocracia keynesiana que le caracterizaba en épocas pasadas.

Resaltado este hecho, devienen una serie de consecuencias que traen de cabeza a los asesores del partido.

En primer lugar, debe reconocerse que existe un conglomerado de votantes fieles al PSOE, que a pesar de todas las aberraciones políticas que han llevado a cabo, continúan votándoles religiosamente. Esta fidelidad, puede deberse en algunos casos a la formación de una identidad personal en torno a este partido, personas que llevan años siendo militantes (o simpatizantes) y que se definen a sí mismos con relación a ésta formación.

El otro caso es lo que me gustaría llamar el voto por aamistad, parentesco o por cargo político. Aclaremos esto. Se cifran en España según cálculos recientes un total de 122.000 cargos políticos representativos y ejecutivos (1) . Todos estos cargos políticos de la administración son remunerados, lo que implica un interés sustantivo por parte del individuo en mantenerlo. Desde el punto de vista de la sociología y de la ciencia política pocas veces se han tratado las variables de la amistad o del parentesco en relación a la emisión del voto, pero en mi opinión (por supuesto, imposible de verificar empíricamente), cada uno de esos 122.000 cargos políticos tiene familiares y amigos, que sintiendo simpatía (o interés económico), harán lo posible porque esa persona continúe en el cargo. Y teniendo en cuenta el turnismo pacífico en el gobierno del PP y del PSOE durante tantos años, se garantiza la existencia de un conglomerado de voto fijo e inamovible a esos dos partidos.

No obstante, esto no es suficiente para ganar, y es por ello que el PSOE se halla en una encrucijada. Necesita volver a ser de izquierdas, o al menos, volver a parecerlo. Pero conseguirlo no es sencillo, por un lado, tienen que luchar contra su pasado. Borrar la conciencia colectiva es un ardua tarea, sobre todo cuando su tenebroso pasado neoliberar es muy reciente. Además, la hemeroteca existe y siempre habrá enemigos políticos que acudan a ella para aportar pruebas de las fechorías sociales que cometieron. Por otra parte, el panorama político ha cambiado y mucho. Del bipartidismo imperante con una opción periférica de izquierdas (IU), hemos pasado a lo que probablemente sea un auténtico pluralismo político. Dos fuerzas se han situado en la izquierda, Podemos e IU, por lo que este nicho de mercado se encuentra saturado.

El PSOE está jugando la carta de venderse como una fuerza política de centro izquierda, reformista pero moderada, una oposición firme al PP pero alejada del extremismo de la nueva formación de izquierdas que ha irrumpido en el tablero.

Se trata de recuperar votantes de izquierdas que se han desplazado hacia otras formaciones, volver a erigirse como la alternativa al conservadurismo extremo del PP, apelar de nuevo a ese voto útil que promulgaban en anteriores campañas electorales.

Habrá que ver si consiguen volver a atraer el voto de la izquierda, le han quitado la corbata y arremangado la camisa a su joven líder, pero me temo, para desgracia de sus asesores, que los votantes tienen memoria y que eso ya no va a ser suficiente.

(1) http://www.eldiario.es/agendapublica/nueva-politica/politicos-Espana-importa-saberlo_0_230277794.html. Hemos elegido este estudio por ser el más reciente, pero se han sucedido varios a lo largo de los años.

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