La necesidad de crear la marca "cercanías"
Son pocos los que, si les mencionamos la palabra Ave, no vislumbren un flamante y veloz tren en su cabeza. Además, en la inmensa mayoría de los casos, seguramente asocien esa palabra a progreso, futuro, desarrollo y, para el caso asturiano, a una gran promesa política incumplida.
Si tantas cosas significa el Ave es debido a que no se trata de un tren, sino de una marca. Una marca cuya imagen se nos ha sabido vender, tanto desde la propia Renfe como, sobre todo, desde el ámbito político. Al igual que se promete empleo o una bajada impositiva, se promete el Ave, ya que posee una serie de connotaciones positivas que todo ciudadano, consciente o inconscientemente, valora. Sólo así se entiende que se haya podido plantear el debate de llevar la vía de alta velocidad hasta Gijón, pese a que el previsto servicio tendría parada en Oviedo y, por tanto, la velocidad que ese tren pudiese alcanzar en un trayecto tan corto sería mínima. Eso sí, siempre que no quisiésemos pasar a la historia por tener el primer (¡qué bien suena eso!) tren volador del mundo que, desde el Musel, llegase incluso a Nantes y diese continuidad a la fallida autopista del mar. Quimeras políticas que, sin embargo, se han hecho muchas veces realidad.
Lo aterrador de todo ello es que, a la par que hemos perseguido tales quimeras, nos hemos olvidado de la realidad diaria. Así, mientras seguimos llenando páginas y noticias sobre la Variante, los trenes de cercanías operados por Feve ofrecen cada vez peor servicio, el cual, sin exagerar, podríamos calificar de lamentable.
Nadie se ha preocupado de que los trenes de cercanías, esos que nos llevan a nuestros a nuestros centros de estudio o trabajo, nos entren por los ojos. En consecuencia, la falta de mantenimiento los ha llevado a una situación insostenible, con falta de unidades que operen los servicios, retrasos constantes en muchas líneas y una nefasta labor de gestión y comunicación a los usuarios.
Quizás pronto veamos llegar el Ave, pero si no hacemos nada, tal como están las cosas, antes veremos desaparecer los históricos trenes de vía estrecha. La drástica caída de puntualidad y, a todas luces, de viajeros, parecen ser síntomas más que evidentes de ello. Resulta así urgente empezar a construir una marca "cercanías" y que nuestros gobernantes, ésos del país de los coches oficiales, comiencen a valorar su importancia.
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