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Los caminos de Reinares son inescrutables

24 de Octubre del 2014 - Diego Asenjo González (Oviedo)

El Pleno del Ayuntamiento de Oviedo aprobó, con los votos de PSOE, IU y Foro, la solicitud de dimisión de Jaime Reinares, concejal del Ayuntamiento de Oviedo, o bien su expulsión del Consistorio a causa de la sentencia que le declara culpable de un delito de revelación de secretos, cuya génesis es "vox populi".

Así hemos podido escuchar al propio Reinares, en la sede de la voluntad ciudadana del municipio, quejarse de que la mayoría política allí congregada no era nadie para pedirle su dimisión. Es decir, que los ovetenses, representados por los grupos municipales, estamos lejos de poder juzgar las acciones de Reinares porque él se considera inocente y seguirá siendo concejal hasta "que Dios o la Justicia" se lo permitan.

De esta manera queda claro que el concepto de democracia manejado por Reinares se circunscribe al espacio del confesionario y no al de las cabinas de votación. Él, Matusalén del Ayuntamiento (lleva 28 años siendo concejal), se presenta como mártir lanzado a los despiadados leones socialistas. Él, en sus conversaciones de tú a tú con Dios, debe quejarse amargamente de que los pobres mortales intentemos traerle a la justicia terrenal cuando la divina debe ser la única que le haga renunciar al dinero público que percibe. Dinero con el que deberá pagar, según sentencia, 9.600 euros (sin contar el año de prisión). Es decir, cada día que Reinares sigue sentado en la Corporación municipal acumula nuestro dinero para pagar su delito.

Este argumento permite a Reinares no tener que dar respuesta a nadie hasta el momento de cruzar las Puertas de San Pedro. Y eso en el supuesto de que no le hagan una devolución en caliente, tan de moda en su partido político.

Sólo Reinares sabe cuáles son los designios que el Altísimo tiene reservados para él. Algún tipo de misión que nadie excepto ángeles y querubines pueden atisbar, como debió ser el caso cuando, a puerta gayola, convocó la rueda de prensa primigenia en la que permitió su sacrificio. De igual manera que Abraham dio en sacrificio a Isaac por exigencia de Dios, Reinares fue mansamente conducido por su padre -político- a su ejecución. Quizá asumía, confiado, que finalmente el sacrificio no se produciría. Que Dios estaba de su parte. Pero lo que pasó en realidad es que nadie detuvo la mano que le ejecutó.

Y así, pobrecito pecador, se tambalea en la soledad de los profetas exiliados a tierra de nadie. Condenándonos a nosotros por pretender, en nuestra falibilidad humana, que él cumpla penitencia por "peccata minuta".

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