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Arte rupestre y populismo

27 de Octubre del 2014 - María González-Pumariega Solís (Oviedo)

Hace pocos días leíamos en su periódico algunas noticias sobre las conclusiones de una jornada de trabajo realizada en Ribadesella en la que se debatía un asunto que suele salir en los medios con cierta periodicidad: la gestión del arte rupestre de la comarca oriental de Asturias. En esta ocasión, la reunión venía promovida desde el Consorcio para el Desarrollo Rural del Oriente de Asturias, como clausura de uno de esos proyectos realizados con el maná de los fondos europeos que, con diversos fines, acaban reuniendo a entidades y administraciones de regiones varias. El objetivo en este caso era el arte rupestre, en un proyecto llamado GESTAR (Gestión Territorial del Arte Rupestre), cuyo fin principal iba dirigido a la creación de un producto de turismo cultural de calidad que contribuya al desarrollo económico y social de los territorios rurales, lo cual, así expresado, no parece tener pega. El problema empieza, como casi siempre, cuando uno intenta desgranar el contenido real de tan ambicioso titular.

Considera el citado Consorcio que el actual modelo de gestión de los yacimientos con arte rupestre de la zona oriental de Asturias (y sus equipamientos asociados) no sigue una línea integradora, esto es, un modelo de explotación comarcal conjunta, al estilo, según los asistentes, del de la Dordoña francesa, donde viven del foie y de la prehistoria. Entiendo, por tanto, que el modelo regional vigente, gestionado desde la Consejería de Cultura, les parece disgregador y menos operativo que ese modelo ideal que, en manos de un instrumento de gestión de ámbito comarcal, permitiría a los concejos del oriente de Asturias vivir, digamos, de la fabada y de la prehistoria.

Los alcaldes (Ribadesella, Cabrales, Ribadedeva) también parecen estar de acuerdo con esta idea de colaboración municipal, asunto que me deja perpleja visto el éxito de la Mancomunidad del Oriente, en proceso de disolución tras continuos desencuentros y conflictos entre sus miembros. Y qué decir sobre la incapacidad material de los ayuntamientos para mantener siquiera abiertos los equipamientos culturales que de ellos dependen. Más realista parece, sin embargo, la posición del regidor de Onís, que se muestra desconfiado ante la dificultad de conciliar a las partes. Pero preocupa sobremanera la utilización por casi todos estos portavoces de la palabra explotación turística, se entiende-; concepto que, si al menos tuvieran un mínimo conocimiento del bien cultural del que se trata, sabrían es muy poco apropiada.

Con todo, y como no podía ser de otra manera, fue la alcaldesa de Ribadesella quien entonó el do de pecho, volviendo a azotar nuestra inteligencia con su habitual retórica populista en torno al poco respeto que la Consejería de Cultura parece mostrar hacia los riosellanos, cuya voluntad se deja al margen de la gestión de Tito Bustillo. Algo así como el derecho de la población local a decidir sobre la cueva o un Asturias nos roba, versión reducida del populismo rampante y que reclama a riosellanos de pura cepa para gestionar la cueva y Centro de Arte Rupestre. ¡Qué poco respeto muestra la administración regional hacia Ribadesella, dejando a sus habitantes al margen y contratando a invasores procedentes de Oviedo, Gijón, Llanes o los concejos del Nalón!.

El arte rupestre constituye sin duda una oferta de carácter cultural que contribuye a promover un turismo de calidad. La satisfacción ampliamente expresada por aquellos que visitan los distintos yacimientos abiertos al público en la comarca oriental es la mejor cuenta de resultados del modelo de gestión vigente. La contribución, o no, de este patrimonio al desarrollo económico y social de los territorios rurales en los que se inserta pasa fundamentalmente por la valoración que los propios habitantes hagan de él contribuyendo, entre otras cosas, a su difusión orgullosa y responsable.

La gestión del patrimonio rupestre en Asturias cuenta ya con una larga tradición, siempre pública y de acceso tanto a la población local como a la comarcal o a la regional, y aun con luces y sombras, ha ido ajustándose y organizándose en torno a los conceptos de gestión cualificada y conservacionista.

A estas alturas de la profunda crisis que nos asola, casi todos hemos aprendido que poco se consigue dilapidando fondos europeos. Por otro lado, sería bueno que nuestros alcaldes dejaran de desplegar titulares demagógicos cargados de simpleza argumental y se esforzaran de una vez por todas en arreglar aquello que no funciona y resolver lo que la sociedad realmente les demanda, en vez de provocar la confrontación entre los ciudadanos y aspirar a controlar lo que sí funciona, aun -o precisamente- sin ellos.

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