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En defensa del lobo

29 de Octubre del 2014 - Celestina A. Fdez. Zamora (Oviedo)

Al señor alcalde de Cangas de Onís:

He leído recientemente que pide usted, más bien exige (ésa es la palabra que utiliza), que desaparezcan los lobos en todo el concejo de Cangas de Onís. Sigo en los medios con horror la evolución de la polémica que desde hace un tiempo se viene produciendo sobre si el lobo debe ser eliminado por completo o restringir su presencia (aún más de lo que ya se encuentra) para proteger al ganado. Soy persona enormemente respetuosa con el medio ambiente y, aún más si cabe, con los animales, con todos. Por eso digo de antemano que ovejas, cabras, caballos, potros, vacas, terneros y lobos me merecen, por igual, el mismo respeto, la misma ternura y la misma empatía. Pero en este asunto del lobo no puedo dejar de pensar que este animal ha sido siempre, y sigue siéndolo, uno de los más denostados, más perseguidos y más odiados de toda nuestra historia, y que son muchos los que lo quieren muerto y extinguido, y muy pocos los que nos atrevemos a salir en su defensa. Por eso hoy me he decidido a escribir estas líneas: para que sepa el señor alcalde de Cangas de Onís que aunque pocos (tal vez más de los que se imagina), también estamos aquí, que también existimos y que no nos avergonzamos de defender al lobo. Y, por supuesto, no, no estoy de acuerdo en absoluto con que se elimine a todos los lobos de su concejo, señor alcalde; ni siquiera estoy de acuerdo con que se restrinja su presencia para cuatro que son, los pobres; porque aunque usted sostenga que la caza libre de este pobre animal supondría un reclamo turístico para su concejo, hay otros, entre los que me encuentro, que lo frecuentamos precisamente porque nos emocionamos ante la sola idea de encontrar una sola huella de lobo por sus montañas, y que sentimos profundamente este debate, ténganos también en cuenta. Por eso, dejen ustedes al lobo en paz y miren más por su ganado no dejándolo solo en los montes, vigilándolo más de cerca, acompañándolo, si es necesario, como se hacía antiguamente, y no abandonándolo a su suerte para después culpabilizar al lobo de su propia desidia. No culpabilicen al lobo, déjenlo vivir, y protejan a su ganado, porque ésa es su obligación, y porque en este mundo cabemos todos.

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