Siempre orgullosos
La invasión de Irak en el año 2003 se avaló y justificó bajo el pretexto principal de eliminar un peligro inminente que representaba una amenazaba mundial, existía un gobierno ambicioso y hostil (invasión de Kuwait en 1990) en posesión de diversas y numerosas armas de destrucción masiva. Y ello, además, significaba dar por finalizada la represión de una dictadura, conceder la democracia, libertad y prosperidad a un pueblo que, a diario y durante años, venía sufriendo las calamidades derivadas de un embargo internacional inexorable donde, por ejemplo, la cifra de mortalidad infantil debido a la carencia de alimentos y medicinas era escandalosamente dolorosa. El resultado de la búsqueda de la gran amenaza y el destino de los máximos dirigentes del País ya es conocido, pero ¿qué ha ocurrido con la hostilidad y con la calidad de vida de los irakíes? El odio hacia occidente y los actos de terrorismo internacional se han extendido considerablemente; decenas de ciudadanos son heridos, mutilados y muertos todos los días en acciones violentas; la situación humanitaria de millones de habitantes es grave; los derechos de la mujer han encogido ¡Vamos!, un éxito del cual sus artífices podrán estar siempre orgullosos.
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