Gracias, Rufino
Mi marido, Conrado Álvarez, y yo, Mirta Aces, conocimos a Rufino Roces en el año 1986, o quizás 1987, en Navelgas, en la fiesta de los Pueblos de Asturias. A nuestro amigo Rufino le gustaba referirse a la celebración como la primera fiesta de un buen número de actividades impulsadas por el artista Manolo Linares. En aquella ocasión disfrutamos juntos de la que fue la primera de decenas de ocasiones en las que compartimos la amistad de Rufino, la mayoría en Navelgas aunque también en La Felguera, La Peral, Oviedo y Malleza.
Su fallecimiento, pese a que éramos conocedores de su delicado estado de salud, no ha dejado de causarnos una enorme tristeza por la pérdida de un amigo entrañable, un ciudadano ejemplar como lo ha reconocido el Ayuntamiento de su localidad natal.
Fueron tantas las anécdotas vividas con Rufino y su familia que se amontonan los recuerdos, se entrelazan las emociones y se reviven los instantes y las situaciones de aquellos momentos tan felices.
Entre todas ellas destacamos algunas compartidas en Navelgas, donde Rufino desempeñó un sinfín de funciones ante las variadas exigencias que le imponía Linares. Su versatilidad lo llevó a ser pregonero cuando fallaba el titular en la Casa de Cultura; hacer las riestras de maíz en la esfoyaza con el padre de Manolo, Lulo, con el que rivalizaba sólo en el dominó; acometer tareas de organizador en el Campeonato de bateo de oro, en el que sus hijas –Rosi y Paloma– y nieta –Ana– eran competidoras destacadas… hasta convertirse en jurado del Festival del Pote de Berzas y de los Pueblos de Asturias.
No terminó ahí su dilatada contribución a la actividad dinamizadora impulsada por Manolo Linares, que también lo llevó a incluirlo en la comisión organizadora para conmemorar el centenario de Lulo. Además, el nombramiento como “Hija adoptiva” de Navelgas de una de sus hijas –Rosi– exigió a Rufino una nueva colaboración, a la que contribuimos los amigos y vecinos de Navelgas.
En definitiva, son tantos, tan emotivos y entrañales los felices días que compartimos juntos que resulta inimaginable admitir su ausencia. Desde su muerte se suceden las muestras de admiración y pésame por una persona que ha suscitado la expresión unánime de cariño, admiración y respeto. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo lamentamos su pérdida pero celebramos haberlo conocido y disfrutado.
Su inmenso cariño por Langreo lo hizo merecedor de la distinción de “ciudadano ejemplar”. Nos sumamos a la propuesta para que La Felguera perpetúe la figura de Rufino Roces dando su nombre a un plaza, una calle, un parque o una instalación que nos permita seguir disfrutando de su compañía.
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