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En recuerdo de la madre Pilar Asenjo

29 de Octubre del 2014 - Josefina Rodríguez, Isabel Fernández, Camila Rodríguez, Rosa María Díaz, Montse García, Carmen Rodríguez, Beatriz Villar y treinta firmas más. (Oviedo)

Nos referimos a la religiosa teresiana de la que fuimos alumnas un buen número de adolescentes asturianas en la década de los setenta.

Éramos la última promoción de aquel Bachillerato de 6 años seguido de COU y selectividad (siempre más de 40 por clase).

En aquellos años, el colegio de aquí de Oviedo estaba en González Besada y, por supuesto, era sólo de niñas.

Escribimos estas líneas porque la madre Pilar terminó su peregrinar por este mundo el pasado mes de julio, a los 88 años.

Tenemos muy claro que al presentarse ante el Padre Eterno habrá obtenido la calificación de "excelente" en los distintos apartados del libro de su vida.

Pienso en el apartado de la "responsabilidad y la entrega a su trabajo". La madre Pilar quizás heredó de su padre (que había sido maestro) esta otra vocación, la de la enseñanza.

Ella estudió Químicas, lo que le permitía dar las asignaturas de Física, Química y Matemáticas, ésta última era la que más le gustaba.

En un principio, la disciplina que nos imponía, junto con el nivel de exigencia, ante cada asignatura, y su fuerte carácter nos asustaban un poco, pero con el paso del tiempo fuimos viendo que su esfuerzo, su capacidad de trabajo (no recuerdo que haya faltado ningún día a clase) y su dominio de la materia hicieron que fuésemos dominando la asignatura y dándonos cuenta de que en matemáticas "nada es porque sí", sino que todo tiene su razón lógica.

A lo largo de estos años como profesora nuestra no sólo se preocupaba de instruirnos al máximo en las materias que nos daba, sino que trataba de inculcarnos el sentido de la responsabilidad para la vida en general. Esto nos lo transmitía con su afecto y con la confianza que depositaba en nosotras. Nuestra palabra era para ella tan válida como la de cualquier adulto de la comunidad educativa.

Tenía verdadera obsesión con el aprovechamiento del tiempo, una máxima que nos repetía con frecuencia era: "Cualquier tarea que se os encomiende en la vida, si no la hacéis, quedará eternamente sin hacer".

Por esto se proponía sacar de cada una el máximo rendimiento; y como nos conocía muy bien, solía decir: "Tú puedes sacar esta nota, así que, si no la sacas, no te apruebo" y nos ponía los exámenes de Matemáticas los sábados, para no tener límite de tiempo (algo inimaginable hoy en día). Y esta entrega continuó incansable con las promociones que nos sucedieron, pero no terminó con su jubilación, sino que la mantuvo dando clases en la cárcel, junto a don Javier Fernández Conde (historiador medievalista de todos conocido).

Al mismo tiempo, en la vida del colegio, ayudaba en el comedor a los más pequeños. Su esfuerzo y trabajo con nuestra promoción dio unos resultados de los que se sentía satisfecha y orgullosa.

Entre nuestras compañeras hay profesoras de Universidad, médicas en el HUCA, economistas (ocupando cargos importantes del Principado), una juez, un alto porcentaje que nos dedicamos a la enseñanza, hubo una directora general de Cultura...

La Asenjo, como cariñosamente la llamábamos, era como un archivo viviente, seguía la trayectoria personal de todas nosotras (fuera ya del colegio), alegrándose con nuestros éxitos y sufriendo con los contratiempos propios que trae la vida.

Cuando la visitábamos, con su memoria prodigiosa, contaba las últimas noticias de las compañeras de promoción con tal entusiasmo que disfrutaba de todo lo positivo que nos sucedía, como si fuésemos todas casi sus hijas. Por último, en el apartado referido a la aceptación de la enfermedad y los problemas propios de la edad, también seguro que se llevó más que excelente, pues sufrió dos procesos cancerígenos, con el sufrimiento que traen consigo, sin oírle nunca el menor lamento. Lo aceptó todo como si se tratase de una simple sordera, propia de la gente mayor. Y, para terminar, recuerdo un sentimiento que nos manifestaba a menudo y que nos "llegaba", era su cariño a Oviedo, a Asturias y a los asturianos en general (siendo ella castellana, de Palencia).

Siempre pensó acabar sus días aquí y así fue. El día 28 de julio, un lunes precioso de verano, fue a la vez un día triste para todas nosotras. Subimos por la tarde a su residencia del Naranco. Aquella pequeña capilla se llenó rápidamente (la mayoría tuvimos que seguir la misa funeral desde fuera) de alumnas suyas de muy distintas edades, pero todas con la misma intención, la de despedir con gran cariño y agradecimiento a aquella mujer a la que tanto le debemos y que tanto representa en el prestigio y nivel académico del colegio de las Teresianas, así como entre el colectivo de profesores de Oviedo de aquellos años; aunque tristemente estas últimas generaciones no pudieran ver en ella más que a una monja anciana.

Infinitas gracias por todo, madre Pilar. Estas sus alumnas nunca la olvidaremos. Por esto, se celebrará una misa en sufragio por su alma el viernes 28 de noviembre de 2014, a las ocho de la tarde, en la iglesia parroquial de San Isidoro el Real.

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