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Prepararse para el cambio

17 de Noviembre del 2014 - Luis Vallina Ariznavarreta (Siero)

Cada vez mayor número de ciudadanos sufre la crisis generada por un sistema caduco que sólo ha creado injusticia y desigualdades en la sociedad.

El dato que este día atrás nos han trasladado los medios de comunicación de que veinte familias poseen una renta como la de 14 millones de españoles da buena cuenta de ello.

Sin embargo, el descontento social no basta por sí mismo para promover el cambio social que con toda urgencia necesita nuestro país.

Ante los ataques sistemáticos a nuestros derechos, luchar es una obligación moral y política. No basta con quejarse y luego quedarse en casa.

El deterioro económico, a la vez que somos testigos a diario del saqueo de tantos desalmados, insaciables y sin escrúpulos, nos está llevando a la decadencia política y moral.

La lucha popular desde los diversos movimientos sociales y mareas surgidas al hilo de esta situación son una esperanza, pero sin un desenlace democrático y progresista con leyes nuevas contra la impunidad, no lograremos una sociedad justa y solidaria.

El hundimiento electoral previsible del partido del Gobierno y el servilismo ante la oligarquía del dinero por parte del PSOE puede llevarlos a una gran coalición para preservar los privilegios que el poder político les dio. Figuras relevantes de ambos partidos apuntan en esa dirección, particularmente tras la aparición de Podemos. Nada debe extrañarnos, dado que ya en Alemania se produjo la misma. De ser así, creo que en España, a diferencia de Alemania, sería el hundimiento de la socialdemocracia al igual que pasara antaño con el Partido Socialista Italiano tras coaligarse con la Democracia Cristiana para frenar así la fuerte representación del Partido Comunista Italiano, que era el más fuerte de Europa.

La salida de la dictadura exigió consensos interclasistas inevitables; pero hoy, cuando el gran capital ha roto unilateralmente las reglas del juego desencadenando una ofensiva neoliberal de desmantelamiento del sector público y de los derechos sociales conquistados, ya no caben paños calientes. El revulsivo social de la ciudadanía no puede traducirse en llanto ni en conformismo. Sólo la firme protesta y organización en torno a proyectos transformadores no involucrados en la corrupción puede ser una apuesta por una salida alternativa a la actual crisis. Tampoco sirven entusiasmos o aventurerismos que se pueden desinflar como un globo como ya ocurriera en Alemania con el Partido Pirata o en Italia con el partido 5 Estrellas, que despertaron gran ilusión entre los desheredados y decayeron en la siguiente confrontación electoral.

Necesitamos, sin duda, nuevas formas de hacer política, abiertas, transparentes, participativas y comprometidas con los más necesitados. Y, sobremanera, necesitamos SUMAR. Ya no vale disputarse el espacio entre quienes dicen representar el progreso y lo nuevo. Hay que echar del poder a quienes no supieron ejercerlo para crear una sociedad justa y solidaria. Lo importante para no perder el tren de la Historia es, como decía Julio Anguita, “programa, programa y programa”. Si somos capaces de confluir en torno a unos puntos básicos, quienes lo hayan de representar es lo de menos.

El previsible descalabro del bipartidismo tiene a la vez que ofrecer una nueva alternativa renovada y que ofrezca un cambio social radical (de raíz que no extremista, puntualizo).

¿Qué puede unir esa alternativa? Me aventuro a exponer algunas que considero esenciales: la reforma electoral, la reversión de los servicios públicos esenciales privatizados –salud, educación, agua, etcétera–, un sistema judicial realmente independiente, auditoría y revisión de la deuda externa, mayor fiscalidad para quienes más tienen, apoyo a la pequeña y mediana empresa (impulsora real de la actividad), parar los desahucios, garantizar el poder adquisitivo de las pensiones y salarios, separación real Iglesia-Estado y un fuerte plan de empleo estatal que garantice la calidad y la seguridad.

Hay muchas y razonadas incertidumbres entre la ciudadanía, pero hay algo básico que tenemos que entender y es que el enemigo está en el otro bando y no es otro que el capitalismo salvaje y depredador que conocemos, que con sus políticas está contribuyendo a crear mayores desigualdades e injusticias llevándonos a la desesperación.

Un buen punto de partida es empezar a caminar en otra dirección.

Juan Luis Vallina Ariznavarreta

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