Del CIS al ¡zas!
La precaución derivada del sentido común suele hacernos ir pertrechados de la indumentaria adecuada para cada momento. Así, si para hoy la predicción meteorológica advirtiese de lluvia, lo lógico es que salgamos con la ropa adecuada, ante las previsiones.
Pues lo mismo debiera ocurrir con las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Al igual que la predicción del tiempo, puede ocurrir que sean una realidad y se produzcan, o que la borrasca cambie de rumbo y se quede sólo en una mera alerta. No obstante, en cualesquiera de los casos, alguien sensato obraría en consecuencia, aunque sólo fuera por si acaso.
No parece que esto esté ocurriendo ni en los ambientes políticos, ni en la sociedad, que –pienso– no desea soluciones obsoletas a problemas del siglo XXI. Las advertencias por medio de previsiones sociológicas (CIS) de que lo que era una protesta en las calles llegue como un ciclón al Congreso de los Diputados no parecen haber obtenido la suficiente credibilidad como para ir adoptando las medidas para, si no evitar, sí, al menos, minimizar las consecuencias de esta ciclogénesis de la que se puede deducir un efecto devastador sobre las libertades, el bienestar y el progreso que la sociedad ha conseguido a través de la Historia, no exenta de episodios que nadie quisiera que se repitiesen.
Si los partidos, que deben ser el cauce de expresión de la voluntad de sus afiliados, no despiertan de su letargo, lo que hoy se extrae del CIS puede ser el ¡zas! de mañana. Y la Historia nos demuestra qué ocurre cuando nos quitan sin razón lo que nos negamos a darnos con ella. Los acontecimientos históricos están ahí, no para repetirlos, sino para aprender de ellos.
Unas elecciones municipales pusieron España patas arriba. Hoy, una encuesta que al menos nos da una tregua de seis meses, no puede pillarnos con el paso cambiado, aunque exista –y ellos también lo saben– una Constitución que garantiza una forma de Estado, de Gobierno y unos principios económicos, sociales y de libertades que nos puedan llevar al engaño de que son inamovibles.
Son muchas las cosas que pueden cambiar, pero a peor. Desde las libertades hasta la propiedad, pasando por la educación y los derechos más elementales del hombre. Por ello, tomar a la ligera fenómenos anómalos de esta enjundia puede traer consecuencias irreparables a medio plazo, y un retorno al siglo XIX, para nuestros herederos, para los cuales no creo que nadie quiera dejar una España peor que la que nos encontramos.
A eso, algunos nos negamos. A experimentos con champán también. Y salir del mercado europeo para ir a parar a Mercosur sería una ruina de la que parece muchos no son conscientes. Por eso, tras el mensaje del CIS no esperemos a que llegue el ¡zas!, sería ya demasiado tarde.
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