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El cierre de Confecciones Álvarez

11 de Noviembre del 2014 - Jesús Manuel González Palomares (Avilés)

El pasado 30 de septiembre cerraba sus puertas definitivamente un establecimiento señero en Avilés y comarca: Confecciones Álvarez. La jubilación de sus propietarios, los hermanos Álvarez, y el azote de la crisis colocaron papeles de estraza en sus antaño luminosos escaparates. La de la calle de la Muralla fue la segunda de las tres tiendas que el patriarca de la familia fundó. Laureano Álvarez abrió su primera tienda en la calle de la Fruta, allá por 1925. Siguieron la recientemente cerrada, en 1957, y Confecciones Ravel, en la calle de la Cámara, en 1967. A la muerte del padre, en 1973, cuatro de sus hijos se hicieron cargo de los negocios manteniendo la confección de caballero como eje fundamental de la actividad. Me cuenta mi padre, Manuel, que formó parte de la familia Álvarez desde 1957, fecha en la que abrió el establecimiento de la Muralla –en aquel tiempo, Marqués de Teverga– y en la que ejerció de encargado hasta su jubilación en 2006 (49 años de nada), que por la tienda pasaban marineros del floreciente puerto, los que atracaban a descargar mineral o los pescadores del Nodo, productores de las grandes factorías de la comarca, ingenieros, concejales –alguno incluso como empleado– y muchas madres y esposas a comprar esa camisa o esa corbata para el regalo ocasional. Eran tiempos de Ensidesa, de Cristalería y de Endasa, de crecimiento exponencial de la población, de buenas ventas, sobre todo en los años sesenta y setenta, con hasta nueve trabajadores en la labor de atención directa al cliente, algo que ya casi ni se recuerda. Eran tiempos de competencia de la buena: Del Río Uribe, Verano, Galerías Peláez, Vega, Artime, Del Viso, Luis, El Espejo de la Moda, Azcárraga, Mijares, El Modelo... la inmensa mayoría desaparecidos, negocios dedicados a la confección de caballero y a la sastrería, recuerdos de una época que probablemente no volverá. Manolo, mi padre, me habla también de algunos de sus muchos compañeros de trabajo: de Manolo el de Cabra, sobre todo, pero también de Ulises, de Ramón, de Román, de José Carlos, de Jesús, de Pepe Luis, de Jorge, de Cala y de tantos otros. Y de los jefes, claro: Laureano, Ángel, Alberto y Mario. A pesar de que hubo malos momentos, ni un reproche ni una mala palabra salen de su boca al hablar de ellos, tanto de jefes como de empleados. Aunque cuando se jubiló aseguró que no volvería a pasar por la calle de la Muralla en lo que le quedase de vida, rara era la semana en que no se allegaba a ver cómo iba el negocio en el que había trabajado durante una vida y ahora ha cerrado para siempre. Pero yo les aseguro una cosa: si es usted varón, vive en la comarca de Avilés, y tiene en torno a setenta años, alguna vez ha vestido una prenda adquirida en Confecciones Álvarez.

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