"Villa Postigo"
Si en el mundo hubiera justicia, Villa Postigo se llamaría la residencia más prestigiosa de la tercera edad, el buque insignia del Montepío de la Minería fondeado en Felechosa. El buque debe de ser un acorazado, lo que explicaría que todos los cargos tengan que ser blindados. Treinta millones de euros, cinco mil millones de pesetas. Habrán sustituido el hormigón por lingotes de oro, cosa de evitar la aluminosis. El Montepío se alza como el pico más alto en el macizo del SOMA. Y por esas cumbres borrascosas iba de escalada el compañeru Villa tirando con denuedo de la nutrida cordada político-sindical. Hasta que pasó lo que tenía que pasar. El tiempo no perdona y (michelines por fuera, colesterol por dentro, asociados al exceso de confianza que engendra la costumbre), un mal día, Josiángel despeñóse.
Con riesgo de arrastrar consigo toda la cordada. Por de pronto ya se lleva por delante a un tal Postigo, que irrumpe en la actualidad con tan fatal batacazo. Y es de ver el espectáculo de la nomenclatura unánime dándoles patadas y pisándoles las manos para que se suelten de una vez y se vayan al fondo solos. No sea que, por intentar salvarlos, se terminen descolgando todos. Espectáculo perfectamente humano. En situaciones extremas, el imperativo que funciona es el sálvese quien pueda. Con excepciones heroicas como Kolbe en Auschwitz; pero no parece que el carné del SOMA-FITAC-UGT vaya indefectiblemente aparejado con el heroísmo.
Nuestro disco duro sigue siendo el cerebro reptiliano; lo del Homo Sapiens Sapiens es una instalación superfragilística que se queda colgada a la primera de cambio. Consecuentemente, los dirigentes socialistas pusieron la presunción de inocencia y otras garambainas en standby y resolvieron el “caso Villa Postigo” con un esquema de conducta propio del Spinosaurus, bípedo carnívoro del período Cretácico (como se puede leer en un cartel del Muja).
Ésa es la antropología que rige. Vale. Lo que no cuela es que le den a esa estampida de supervivencia el valor de un certificado de inocencia colectiva. Que no venga Javier Fernández con cara de buenín exclamando jesúsjoseymaría, como una Caperucita que se da de bruces con el lobo por primera vez. ¿Al calor de quién creció el pollito? ¿No fue acaso bajo el ala tibia del euro gallo Villa? ¿No son todos huevos de la misma ñerada?
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