España somos todos
Leo en esta misma sección una carta que expresa el sentir de un ciudadano con respecto al nuevo panorama político. El poder, con sus inmensos recursos, al sentirse inquieto por la emergencia de amenazadoras propuestas, se defiende como puede, que es mucha artillería. El miedo es una de sus armas preferidas, porque no hay poder sin terror. Que viene el lobo feroz, grita desesperadamente, y muchos, habituados a creerlo todo, acatan ese mandato; virtud es la sociedad conocida, vicio lo demás.
Sería de necios pensar que el bipartidismo está configurado por sólo dos partidos con sus aparatosas estructuras, la realidad es que su sustancia, usos y costumbres quedan sostenidos por varios millones de ciudadanos que con su actitud, que no solamente con su voto, les confieren la potestad del destino nacional.
Pero igualmente es estúpido creer que la nueva formación emergente no es nada más que un señor al que se le pueda descalificar por su aspecto exterior y que va a traer la peste y la calamidad. Detrás hay otros millones de ciudadanos tan respetables como los otros, que ven las cosas de diferente manera. Por lo tanto, no es un debate superficial lo que se plantea, no se trata de que unas siglas ganen o pierdan como si se tratara de un evento deportivo en el que cada cual jalea el color de su bufanda. Lo que hay en el tablero es el concepto de un Estado como el que tenemos hoy versus otra cosa.
Lo que la carta de este señor ilumina es el mensaje elemental del poder de hoy, que se atribuye el único modo de entender la existencia, de manera que le es permitido señalar al hereje que debe arder. Shakespeare, nada menos, dijo que el hereje no es el que arde en la hoguera, sino el que la enciende, estimando con esto que quien tiene el poder para considerar a los discrepantes como enemigos tratará por todos los medios de eliminarlos.
Este caballero deja caer otra muestra más de que el mensaje ha calado, proponiendo la fórmula de que los dos grandes dinosaurios de la política tradicional entierren sus hachas de guerra para enfrentar al enemigo común. ¿Enemigo de quién? ¿Del estatus de una clase que se reparte desde hace mucho tiempo los recursos del país de manera casi legal? Hay quien obedientemente hace suyos los pensamientos de que lo que llega es un tsunami devastador y muchos ogros que se comerán a los niños crudos, ésa parece ser la infantería del poder.
Los que creemos una cosa y los que creen otra somos España, no se equivoquen. Y con los argumentos democráticos y pacíficos a nuestra disposición, espero que nos veamos pronto ante las urnas. No nos queda más remedio que convivir y aceptar cívicamente lo que ellas digan. Y lo que digan, sin duda, será España.
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