Politiqueo en la escuela pública infantil Dolores Medio
Entras por primera vez y alucinas, te cercioras de que la gente no habla finlandés y que realmente estás en Oviedo. En la sala de la entrada te encuentras un bosque encantado por donde los duendecillos de 0 a 3 años atraviesan buscando ocupar sus madrigueras, allí sus educadoras les esperan siempre con una sonrisa y una calidez que le dan ganas a uno de quedarse y no ir al trabajo.
Entre 4 y 8 horas al día, de lunes a viernes, pasan nuestros enanos en la escuela infantil; aprenden, juegan, conviven, comparten, comen, duermen, son aseados, viven todo tipo de experiencias (desde artísticas hasta gastronómicas). La escuela es una parte fundamental de sus cortas vidas. Las educadoras son personas fundamentales en sus cortas vidas, son un tesoro que hay que cuidar.
Si me hubieran preguntado a mí dónde pasar una tercera parte de cada día de la semana durante los 3 primeros años de mi vida, y que no fuera el hogar familiar, hubiera dicho sin duda que la escuela pública infantil Dolores Medio de Oviedo.
Pero en estos tiempos lo público que va bien hay que estropearlo, incluso por aquellos que presumen de fomentarlo. Parece ser que hay cada vez más duendecillos menores de 3 años que quieren disfrutar esta experiencia, pero las administraciones responsables (aferrándose a sus números encarcelados en hojas de Excel, donde se admite la cifra de 0,5 niños) no están por la labor de engrosar también la lista de educadoras.
Los números salen en la hoja de Excel y no hay más que hablar; pero me temo que la hoja de Excel no admite las infinitas variables del día a día de una escuela con 160 niñas y niños de 0 a 3 años, duendecillos que son nuestros hijos y para los que queremos una escuela de calidad, al igual que la señora consejera de Educación, la concejala del Ayuntamiento, la técnico y todos los intermediarios de despacho, que sólo saben de hojas de Excel, la querrán para los suyos.
Espero que la hoja de Excel tenga una columna en un color llamativo donde se reflejen bien claros los 317 euros mensuales que la mayoría de las familias paga por duende en una escuela pública (sí, sí, yo también pensé lo mismo cuando me enteré de lo que costaba; es el llamado repago). Si no son suficientes las otras, este repago nos carga de más razones aun para exigir la incorporación de educadoras que garanticen y mantengan la calidad y calidez que nos enamoró de nuestra escuelina.
Gracias a la dedicación y la profesionalidad de las educadoras (¿cuánto les durarán las fuerzas?) el bosque continúa hermoso en la entrada y los duendes siguen atravesándolo felices cada día.
Pero te adentras con ellos y ves que, efectivamente, no se habla finlandés, que las cosas salen gracias al sobreesfuerzo de las trabajadoras, que Consejería de Educación y Ayuntamiento se pasan los marrones (ahora se están inventando una cosa llamada consorcio, ¡qué miedo!), que la incertidumbre laboral de las educadoras es constante, que quien lucha por su escuela y sus duendes es alguien molesto al que sustituir por uno de los nuestros, en definitiva, que hasta las escuelinas sufren el politiqueo, los amiguismos y los recortes.
Bruno González y familias del AMPA de la escuela infantil Dolores Medio
Oviedo
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