Comer

12 de Noviembre del 2014 - José Antonio Coppen Fernández (Lugones)

Se ha dicho que con el estómago vacío no hay sensatez, así como que tampoco existe alegría humana. Pero aunque sea obligado comer para vivir, no se debe vivir para comer, controlando la calidad y sin excederse en la cantidad de los alimentos. Ha de comerse lo necesario, no lo que sobra. Más que en ninguna otra, en esta imprescindible actividad humana siempre debemos recordar que el exceso anula el placer, pues un empacho acaba empañando el disfrute y provecho de un buen almuerzo.

Subtítulo: Lo que implica la alimentación

Destacado: Comer es uno de los cuatro objetivos de la vida, y el hombre no ha sabido nunca cuáles son los otros tres, según un proverbio chino

Comer es uno de los cuatro objetivos de la vida, y el hombre no ha sabido nunca cuáles son los otros tres, según un proverbio chino. No puede decirse que sea dichoso quien no tenga cubiertas las mínimas necesidades que le demanda el estómago, pero tampoco puede afirmarse que toda la historia humana atestigua que desde el bocado de Eva, la dicha del hombre depende exclusivamente de esta actividad. En todo caso, cabe apuntar que el principal origen de las revoluciones nace del estómago. Antes de proporcionarle cultura a un pueblo hambriento, más sensato y estimulante será ofrecerle alimentos necesarios para su sustento.

En cualquier lugar abundan los motivos para convocar ágapes, convites, agasajos entre dos o más personas; incluso, por el simple hecho de no comer solos cuando lo hacemos fuera de casa. Asimismo, conviene recordar que la comida lubrifica los negocios; de modo que muchas conciliaciones y acuerdos se fraguan en la cocina del estómago.

Ahora bien, si nos paramos a pensar, concluiremos que para disfrutar verdaderamente del placer de comer lo mejor es hacerlo solo, con la debida concentración, sin distraerse con la televisión ni leyendo el periódico u otra publicación. Durante la masticación, proceso mediante el cual se tritura la comida previamente ingerida al comienzo de la digestión, debemos tener en cuenta en estos menesteres que el verdadero placer no radica en la necesidad, sino en el deseo. Y para que realmente obre los efectos propios de un placer, debe colaborarse con las operaciones del organismo que atañen a la digestión, evitando se desarrolle con agresividad.

Recordar que cuanto más se prolongue el hambre o apetito desordenado, más acucia su sofoque mediante la ingestión de alimentos sin control, con la misma premura que el agua apaga el fuego. Mientras tanto, para degustar tales o cuales productos, se requiere un deseo sutilmente espontáneo del acto gastronómico, pero que podemos pasar sin ellos, como ocurre en el verano con los productos de invierno o viceversa.

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