Los honrados y los corruptos
Hubo un momento en que los hombres más distinguidos (los intelectuales, los que en verdad tenían virtudes y capacidades) se encargaban del gobierno del mundo. Eran administradores del mundo, ya que ellos no lo habían creado, y tenían conciencia de que eran administradores y no dueños del mundo, de la historia y de la cultura que a través del empeño y trabajo de otros poseían... Por tanto, eran agradecidos y tenían un profundo respeto hacía el Creador por haberles dado la oportunidad de respirar, como también lo tenían hacia sus antepasados porque les habían dado todo lo que tenían a través de su empeño y trabajo durante generaciones. Ahora les tocaba conservar lo que se les había entregado y hacerlo crecer y mejorar para las generaciones futuras...
Sin embargo, estos hombres se dividían en dos grandes grupos: "los buenos gobernantes" y "los malos gobernantes". Los malos gobernantes eran hombres, y por tanto caían en las debilidades en que los hombres caen. Se dejaban llevar por sus pasiones y olvidaban la actitud de gratitud hacia el Creador y el pasado. Traían ruina, hambre, guerra y desolación. Eran los hombres corruptos.
Detrás de estos venían los buenos gobernantes, que siendo hombres también y teniendo también debilidades no se dejaban dominar por las pasiones. Las combatían con la justicia y el amor; y cuando las vencían, quitaban el gobierno a los corruptos y traían consigo tiempos de desarrollo, progreso y riqueza... Eran hombres con un profundo sentimiento de gratitud y respeto hacia el Creador y el pasado... Eran los hombres de honor.
Es, por tanto, que siempre ha existido un "estatu quo" que ha equilibrado la balanza del bien y del mal entre los hombres... Pero hoy tenemos un problema: "Los hombres de honor se han quedado en casa, cansados de tantos corruptos, de tanta desolación, de tanta persecución, de tanta dictadura del silencio, de tantas... pasiones".
Edmund Burke decía: "Para que el mal triunfe, basta con que los hombres buenos no hagan nada... La historia nos da una respuesta a nuestra situación actual: o luchamos por nosotros y por nuestros hermanos, o moriremos tristes y vencidos por nuestra conformidad y no bajo las espadas del enemigo".
Qué les vamos a contestar a nuestros hijos y nietos en el futuro cuando nos pregunten: "Papa/abuelo: ¿dónde estabas cuando el mal iba propagándose y los hombres, presos del miedo, se devoraban mutuamente? ¿Dónde estabas cuando la justicia, el amor y la libertad eran vencidos por las pasiones? ¿Dónde estabas cuando la desesperanza triunfaba?
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