¡QUE VIENE PODEMOS!
Nunca en la historia de la democracia española se había registrado un fenómeno como el que está protagonizando Podemos. La aparición de esta formación política que, en tan solo unos pocos meses y sin más apoyos que el de algunas cadenas de televisión, alcanzó en las últimas europeas un importante resultado electoral, necesariamente obliga a una reflexión que analice las verdaderas razones de este fenómeno político que consiguió entonces arramblar el voto a 1.300.000 españoles.
Pero todavía resulta más trascendente el hecho de que las últimas encuestas sobre intención directa de voto realizadas a nivel nacional le sitúen ya como la primera fuerza política a la que, por este orden, siguen el PP y el PSOE. Pese al valor relativo que ha de darse a la encuestas, resulta muy fuerte este dato demoscópico, que pone de relieve que algo muy serio y de consecuencias impredecibles en este momento se prepara para el futuro político de nuestro país y que los partidos tradicionales encargados del Gobierno de España desde la transición, desmedidamente inmersos actualmente en múltiples casos de corrupción, parecen no darse cuenta de la contestación social que subyace.
Y no vale recurrir al trillado argumento del desgaste de los dos partidos mayoritarios, uno por el ejercicio del Gobierno en tiempos de crisis y el otro por la carencia de un liderazgo consolidado.
¿Qué está pasando? Pues, en principio, lo que se contempla es un hartazgo de la ciudadanía respecto a la clase --que no casta-- política que viene rigiendo los destinos de nuestro país. Esta es, a nuestro juicio, la realidad del momento político.
Por ello, si los dos partidos mayoritarios han experimentado un alarmante bajón en el respaldo ciudadano, que los sitúa en porcentajes de votos no compatibles ya con el bipartidismo hasta ahora imperante, esto debiera resultar muy preocupante cuando se está a pocos meses de unas elecciones municipales y autonómicas y a poco más de un año de otras generales que pueden cambiar la orientación política de España.
Más de siete años llevan el PP y el PSOE sin lograr un pacto contra la corrupción. Tan malo como saber que numerosos miembros de los principales partidos han cruzado la línea roja de la ilegalidad, es la escasa determinación que han puesto ambos sobre la mesa para arreglar la situación que amenaza con fuerza nuestro sistema. Así les va y así les puede seguir yendo si continúan mostrando semejante apatía ante el problema.
En definitiva, una cosa sí está meridianamente clara: el éxito de Podemos se apoya en las grandes preocupaciones de los ciudadanos que en estos momentos son: paro y corrupción.
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