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Los pobres ya son miembros del Gobierno de la Iglesia

21 de Noviembre del 2014 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

Amigos, durante una reunión del consejo interparroquial de las cinco parroquias que regenté, se entreabrió la puerta de la sala. “¿Se puede”, “Adelante”. Y entró Paco –uno de los pobres de las familias que ayudábamos– y nos preguntó: “¿Hay sitio para mí?”... “Sí, aquí, a mi lado”, respondí mirándolo y mirando a los demás, que también asentían y seguí... “Dinos, Paco”. Y éste, con voz clara, dijo: “En nombre mío y de otros tres pobres, vengo para deciros que queremos colaborar en algún trabajo parroquial como hacíamos de jóvenes: –Uno en el catecismo, con don Ricardo, que me encargó de la sección de los pequeños; otros dos en las misas como monaguillos en las lecturas y en el coro, y el otro como capitán del equipo parroquial. Seguimos viniendo a la sección de juveniles de don José Antonio, el presidente del “Club Ciclista”, y cuatro años después vino el señor arzobispo, don Gabino, ¡todavía recuerdo cómo en su homilía nos pidió que fuéramos apóstoles seglares de la Iglesia, esto fue en la misa de nuestra confirmación. Y pasamos al grupo de jóvenes de Acción Católica y fuimos al campamento diocesano como educadores. Ya en esos años los cuatro empezamos a trabajar como albañiles. Nos casamos y nuestros hijos vienen al catecismo...”. “Sí”, terciaron al unísono María Jesús y Adela, “y son de los mejores”... –“Pero vino la crisis económica de 2008 y nos despidieron. Tocamos a la puerta de la parroquia y nos estáis ayudando... Siempre sentimos que la Iglesia es algo nuestro y queremos estar presentes en su trabajo de cada día. ¿Nos comprendéis, don José, don Ataúlfo, Daniel, doña Nieves y don Miguel, doña Asunción Jesús, Valentín y todos los demás?”. “¡Sí, está muy claro!”, respondí mirándolo. Mientras los demás les hablaban, muy dentro de mí creí oír la voz de Cristo, el Señor, clamando: “¿Es que en la organización actual de mi Iglesia no hay sitio para que mis pobres entren también para orientar y dirigir mi Iglesia, unidos a todos los demás cristianos? Y recordé el texto del concilio: “La Iglesia reconoce en los pobres la imagen del Señor Jesús pobre y paciente” (“Lumen Gentium” I, 8). Y me vino a la memoria el papa Juan XXII; hoy santo, reviviendo en su oración la escena de Jesús pidiendo a San Francisco de Asís “Francisco, reconstruye mi Iglesia”; y decidido convocó el concilio Vaticano II que repuso a la Iglesia en el camino de recobrar la realidad de la Iglesia santa, apostólica y universal y, de esta forma, los seglares recobraron el sitio que el mismo Jesús les dio para que con el Evangelio sea voz y manos de Dios rehaciendo su mundo de paz y justicia, misericordia y perdón. Si así hacemos, conseguiremos renovar mentes y corazones.

Después de este hecho vivido por aquella junta decidimos unidos, con los cuatro nuevos colaboradores, redactar lo siguiente:

“1.–Nos dirigimos a quienes corresponda: reconocemos que la Iglesia sigue realizando un gran trabajo de caridad y de promoción social como jamás institución alguna hizo a lo largo de toda la historia de la Humanidad: ni política, sindical, empresarial, cultural... ¡nadie, nadie! Y con la honradez y sacrificio que la Iglesia aprendió de su divino fundador.

”Sin embargo, con relación al puesto de los pobres en su organización, están aún por ver. Sí, hermanos, incluso por el lenguaje de tantas palabras rebuscadas y simbólicas, de alguna espiritualidad de la que no salen compromisos para levantar al caído, al enfermo, al pecador y convivir con ellos, salta a la vista que muchos cristianos parecen estar destinados a los que no se enfrentan con la pobreza real para eliminarla de una vez para siempre. Los pobres han perdido el lugar de honor que les otorgaban el Evangelio y la Iglesia de los primeros cristianos. Los pobres, hoy, están fuera de la Iglesia. No es que los cristianos no quieran ocuparse de ellos. Pero los cristianos de las iglesias de los países ricos no estamos organizados en comunidad eclesial para hacer que el Evangelio sea buena noticia para los pobres. Mas éstos no son sus colaboradores privilegiados... Los pobres son objeto de ayuda asistencial. Cáritas y “Campaña contra el hambre”, pero no son sujeto de decisiones y no tienen ningún influjo ni asiento en el gobierno de la Iglesia.

”2.–Si no aparecen nuestros compromisos para poner a los pobres a nuestro lado ¿cómo haremos para presentar el evangelio ante los pobres, oprimidos y marginados, “que son los predilectos del Señor”? ¡los qué más sufren! Y además ¿los vemos como hermanos nuestros? Estas preguntas que nos empujan a implicarnos para siempre nos dan miedo a todos: cristianos de a pie, sacerdotes, religiosos, obispos... Ese miedo se traduce en participar tímidamente en colectas y campañas, ¡con qué poco nos contentamos!

”Más fuertes son las expresiones que Dios mismo dice en el Antiguo Testamento por medio de sus profetas; así, Samuel transcribe: “El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre para hacer que se sienta entre príncipes y herede un trono de gloria” (1 Sam. II-8). Y en el Nuevo Testamento, la Virgen María, en su “Magnificat”: “Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes”; en las bienaventuranzas Jesús proclama: “... de los pobres es el Reino de Dios...”. Y también el señor aconseja “no invites a los ricos..., invita a los pobres”, porque quiere que, como Él hizo, que nosotros lo tengamos a nuestro lado (Luc. 14, 12-14). Y así como amigos y como primeros sucesores suyos busca y elige a Lázaro y a sus hermanas, a sus primos y parientes de la Virgen María y de San José, todas estas familias sencillas del pueblo, trabajadores de la tierra y el mar, que viven al día, no a los potentados, catedráticos, ni dirigentes. Por eso, escogió a San Pedro y los demás apóstoles y discípulos.

”En la Historia de la Iglesia, tras el primer siglo que ocupan los apóstoles y los primeros cristianos y mártires, están los ermitaños que conviven con los pobres que empezaron a encargarse de organizar los aspectos materiales de la primera comunidad de monjes del desierto de la Tebaida, que fundó San Antonio Abad. Otro ejemplo es el de Santa Isabel de Hungría, que veía en los pobres y leprosos al mismo Jesús; por eso, los tuvo como superiores a ella y quiso que ocuparan su lecho de princesa para curarlos. Y ahora es un niño, que luego sería Santo Tomás de Villanueva, que descubrió en otros niños pobres a Jesús mismo y, ni corto ni perezoso, decidió que ellos vistieran sus ropas, abrigos y calzados, y volvía a casa vestido con las ropas de sus amiguitos pobres (Murillo nos hace ver esta escena con sus pinceles). También los Jesuitas, llevados de su amor a la igualdad, respetarán en sus misiones a quienes en las tribus y pueblos eran sus gobernantes; así lo hicieron evangelizando a los guaraníes, en América del Sur, sometiéndose a sus autoridades; comunicado a los Reyes de España, éstos lo refrendaron.

”Y en nuestros tiempos vino la bendición de Dios sobre la Iglesia con el concilio Vaticano II. Así, en la “Lumen Gentium” 1, 8 los padres conciliares escribieron: “La Iglesia abraza en los afligidos y reconoce en los pobres la imagen de Cristo, pobre y paciente” y así los pone a su lado “para servir en ellos al mismo Señor”.

Como final no puedo por menos de transcribir un texto de nuestro compañero don Pedro, párroco de Cabrales, publicado en el folleto oficial de este “39 Día de la Iglesia diocesana”: “El mantenimiento y conservación de este patrimonio de parroquias y capillas excede en la mayor de los casos la capacidad económica de los feligreses”. “No obstante la crisis económica que a todos afecta, es admirable el coraje y la generosidad de nuestros pueblos a la hora de cuidar y mantener este precioso legado recibido. Ningún pueblo quiere dejar que su templo o capilla se caiga..., este hecho es lo que más contribuye a la unión, cohesión y socialización entre los vecinos”. Este gran esfuerzo debe recibir nuestra ayuda, ya que se trata de parroquias pobres de Asturias: quieren rezar en ellas donde se bautizaron, se casaron y allí despidieron a sus padres en emotivos funerales. Con nuestro apoyo en oraciones y donativos podrán salir contentos de sus templos como hacíamos nosotros de niños. Por lo poco que tienen, bien pudiéramos decir que también en nuestras tierras exste el Tercer Mundo: de los pobres. Seamos generosos, ¡sólo nos tienen a nosotros!

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral, Oviedo

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