La indignación inteligente
La profunda crisis económica que se desencadenó en España en el verano de 2007 y los consiguientes recortes en algunas partidas del gasto público desataron una marea de indignación ciudadana que ha ido creciendo en estos últimos meses al calor de los desahucios y el escándalo de las preferentes, para acabar siendo rematada por la afloración de innumerables casos de corrupción, todos ellos –no lo olvidemos– en relación con el uso del dinero “público”, protagonizados por partidos políticos, sindicatos y asociaciones empresariales. Esta constante aparición de escándalos ha conducido a que la sociedad española se cuestione la continuidad del propio sistema de partidos nacido de la Transición.
La justificada indignación, el cabreo generalizado con nuestra clase política y el deseo de romper con todo lo anterior, ha llevado a encumbrar a alternativas políticas que, apelando a “la casta”, postulan acabar con la corrupción a través de recetas fallidas y de un populismo que esconde la semilla del totalitarismo.
Sin embargo, la sociedad española, hastiada y cegada por el deseo de revancha contra quienes considera responsables de la crisis y de la corrupción, no alcanza a ver, ni tan siquiera se toma la molestia de analizar, las descabelladas propuestas de quienes se autoproclaman redentores del pueblo.
Así, la formación populista se ha autoatribuido, y los españoles le han reconocido, el monopolio de la indignación, como si sólo ellos pudieran estar indignados o sólo ellos pudieran expedir “certificados de indignación”. Por eso dicen ser una formación transversal, porque la indignación es transversal, tan trasversal como para englobar a todo aquel que esté tan indignado; tan transversal como para dar cabida en su formación a personas como el ultraderechista Sáenz de Ynestrillas.
Pero somos muchos los que no comulgamos con los planteamientos totalitarios de la formación populista y, sin embargo, también estamos indignados, tan indignados como ellos o más. Y que enarbolamos la bandera de la “indignación inteligente”, los que pensamos que la solución no consiste en sustituir una casta por otra, sino en eliminar la casta. Que la solución no pasa porque los “círculos” tomen el poder, sino por que éste se le devuelva al ciudadano. Los indignados que pensamos que los males ocasionados por los políticos no pueden resolverse dándoles más poder, sino quitándoselo. Los que pensamos que la solución no pasa por que los políticos nos arrebaten más dinero, sino menos. Los que pensamos que la solución no es Podemos, sino Vox, la “indignación inteligente”.
Javier Jové Sandoval es miembro del comité ejecutivo provincial de Vox
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