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La inverosímil taumaturgia del discurso político

19 de Noviembre del 2014 - Paco Domínguez (Avilés)

El grado de ruina moral instalado en la política española es tan lamentable como la devastación de los recursos económicos y humanos a la que fuimos sometidos por los mismos embaucadores que gobernaron esta nave a lo largo de algo más de treinta años. Ministros, secretarios de Estado, presidentes autonómicos, consejeros, alcaldes, directores generales, concejales y un gran etcétera de altos cargos políticos, financieros y empresariales, han sido, son, o serán, inquilinos temporales de nuestras penitenciarías. Pagan el peaje de la malversación, el blanqueo, la falsedad, el fraude, la apropiación indebida; en definitiva: reos de la avaricia y el espejismo de la impunidad por falta de filtros democráticos en las organizaciones políticas.

Es tal el desahogo de nuestros administradores públicos, que son capaces, no sólo de negar la evidencia, si no de ir un paso más allá en la prestidigitación de la palabra. Convierten las lagunas legales de nuestra jurisprudencia en insólitas manifestaciones de exaltación ética y buen gobierno. Casos tan sangrantes como el de la ya ex consejera de Bienestar Social, sirven, a la implicada en el bochornoso affaire de su empresa familiar, para presentarse ante la opinión pública cómo la nueva Juana de Arco quemada en la hoguera política por la oposición inquisidora, al tiempo que su jefe de filas, Javier Fernández, pronuncia una soflama, a modo de ditirambo, sobre la integridad ética, moral y política del socialismo nacional. La magia discursiva del señor Fernández, consiste en hacer desaparecer un caso de corrupción ética, permitido por el apagón democrático al que fuimos subyugados por la alternancia en el poder del bipartito, para convertirlo en una suerte de méritos orgánicos sólo practicados por su grupo parlamentario. Claro que, bajo esas formas superlativas de arrogancia reflexiva, don Javier pretende, y lo consigue, evadir su responsabilidad política en el nombramiento de la señora Díaz.

Y si nos adentramos en las miserias de sus colaterales externos, los populares, tenemos el último ejemplo político de juego de tronos en el señor Monago y sus viajes privados a Tenerife a cuenta del erario. El todavía presidente de la comunidad extremeña es capaz de cambiar su alegato casi a diario, presentar documentos indocumentados, decir Diego dónde antes dice digo, intentar confundirnos con los términos viajes y vuelos, parapetarse tras la bandera extremeña, hacer propósito de transparencia a futuro, presentarse ante el atónito ciudadano cómo mártir de la persecución política, y, todo esto, sin asomo de sonrojo. Para llegar a tal situación, el señor Monago contó con el paraguas redentor de IU, que fue ayuda de cámara en su investidura, y la encendida defensa del jefe de opinión del diario ABC, señor Jaime González, quien justifica la corrupción ética del ex senador extremeño poniendo en marcha la estrategia de la dispersión orgánica ventilada.

Haciendo mía la idea original de Laura González: toda inmolación es poca por la responsabilidad política de hacer gobernables los trozos (destrozos) de esta España moribunda. Veremos que opina del roto electoral que se le avecina a la izquierda plural, a no ser que de tan variopinta llegue a la Moncloa.

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