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Discrepancias sobre economía

23 de Noviembre del 2014 - Ángel Machado Cabezas (Oviedo)

Ayer, miércoles, día 19, asistí a la conferencia impartida por Juan José Rallo en la Facultad de Economía y Empresa titulada “Del Estado del bienestar a la sociedad de bienestar”. En la primera parte trató de comparar el nivel de renta y su crecimiento, así como la presión fiscal en los últimos años de la eurozona con los mismos indicadores de otros países como EE UU, Australia, Suiza, Singapur y Chile. La idea era demostrar que el sistema de Estado de la eurozona, con gran intervención pública en la economía, no es el único posible y además es peor que los poco intervencionistas pues dicho Estado “fagocita” la renta de los ciudadanos y “mete sus manazas” en decisiones que deberían ser individuales.

A mi juicio, su análisis es sesgado, fallido y carente de explicación o de lógica. Es sesgado y fallido porque, curiosamente, si en vez de comparar los países elegidos con la eurozona los compara con otros que tienen la mayor presión fiscal e intervención pública del mundo como son los nórdicos, tendría que, en general, estos últimos son más ricos que los que usó como comparación, lo que contradice su hipótesis. Es falto de explicaciones válidas porque, por un lado, sólo utiliza una variable para tratar de demostrar sus argumentos, que es la renta disponible, cuando el bienestar depende de otras variables incluso de otras variables económicas. Por ejemplo, si comparamos los países, no por ni nivel de renta sino por su calidad de vida, vería, por ejemplo, que Noruega, que tiene muy alta intervención pública en la economía, durante varios años está en el primer puesto mundial en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU (fuertemente correlacionado con la renta). Por otro lado, tampoco tuvo en cuenta las diferencias de renta dentro de cada país. Un país puede ser rico de media como EE UU, pero tener muchos millones de pobres de solemnidad. Por ejemplo, si se comparan Japón (posiblemente el país más igualitario del mundo) y EE UU, más rico que el anterior pero mucho más desigual en renta, y se observan decenas de indicadores como longevidad, delincuencia, salud mental, salud física, consumo de drogas, rendimiento académico, número de presos, etcétera, en todos los indicadores la ventaja de Japón es clara. Adicionalmente, curiosamente, cuando reconoció que EE UU ha aplicado políticas más intervencionistas que la eurozona para combatir la actual crisis, pese a lo cual ha obtenido el resultado conocido de lograr un crecimiento económico muy superior a ésta, afirmó que tal fenómeno se debe a otras causas, no a la mayor intervención. Por supuesto, si no ¡iría contra la tautología de que el keynesianismo es malo!

La segunda parte de su conferencia trató de convencernos de que la provisión de servicios como la enseñanza es mejor siempre si se hace con manos privadas que públicas. Argumentó, por ejemplo, que la enseñanza pública no se adapta a las necesidades de cada uno, crea planes de estudios según necesidades de los burócratas o de los profesores en lugar de las del alumno, no fomenta la enseñanza online frente a la presencial, etcétera. En resumen, decía que la burocracia pública genera ineficiencias y derroches. No cabe duda de que esto último es cierto: hay aeropuertos sin aviones; efectivamente, hay planes de estudios como el de ADE de la Facultad de Economía y Empresa hechos al gusto de los profesores en lugar de pensar en los alumnos. En resumen, múltiples fallos, ineficiencias, controles excesivos, etcétera en la gestión pública de prestación de servicios. Pero todos estos errores de la mala burocracia no indican que la burocracia sea mala en sí, es mala cuando funciona mal. No puedo en poco espacio contestar a todos sus argumentos, pero créanme es posible. Y siempre nos quedará el ejemplo de la sanidad de EE UU, que es básicamente privada y una de las más ineficientes que existen en el mundo si no es la más ineficiente.

Si la corriente económica liberal se basa en datos y argumentos como los expuestos, mi fe en esta corriente ha perdido varios enteros en el día de hoy y se han reducido mis alicientes para seguir leyendo los artículos de opinión del conferenciante en la prensa, que deben tener buena aceptación por su gran volumen.

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