País de esperpentos
Aún no estaban instalados en sus respectivas celdas los cabecillas de la trama de la “operación Púnica” cuando ha tenido que añadirse a las interminables corrupciones un nuevo episodio. Éste con originales características de esperpento. Dos parlamentarios han endosado al erario público un montón de viajes que realizaron a las Islas Afortunadas –afortunados ellos– para refocilarse con una espléndida señora que, sucesivamente, usufructuaron.
Mal está que nos tengamos que apretar dos o tres agujeros, que suframos recortes sin fin, que nos engañen continuamente como a chinos, pero tener que pagarles a nuestros representantes en las cámaras legislativas el turismo sexual... ¡vamos, que no! ¿Por qué no han buscado un apaño próximo a su pueblo? Esto es pasarse de la raya, entre otras razones éticas, porque aquellos polvos han producido muchos de estos lodos que estamos padeciendo.
A uno de los interfectos, Carlos Muñoz, al ser cogido con las manos en la masa, lo han “dimitido” de su escaño y del cargo de diputado por Teruel; pero el otro deshonesto, el presidente extremeño, sigue en sus trece comprometiéndose a devolver lo incorrectamente percibido. Así, cualquiera: si me pillan, lo devuelvo; y si no, aquí paz y después gloria. Gloria que podría considerarse un infierno, habida cuenta de los menesteres que les entretenían.
Mas el esperpento no puede terminar con las emocionadas lágrimas del presidente autonómico de Extremadura. A nadie puede importarle lo que haga en su vida privada el señor Monago; pero lo que sí importa, y mucho, es saber públicamente en qué gastan sus señorías el presupuesto sin límites asignado a unos viajes de trabajo que resultan ser de solaz jolgorio.
Lo más increíble de este vodevil es que el presidente del PP haya reiterado su comprensión y su apoyo al pecador extremeño –esta vez no ha puesto la mano en el fuego porque puede tenerla ya chamuscada de veces anteriores– aunque tal proceder distancia los deseos de ejemplaridad que anuncia con frecuencia, ante la incredulidad del “affaire”.
Se comenta que la actitud de Mariano Rajoy se debe a que es muy benevolente con los deslices carnales. Que todo ello lo entiende bien y hasta perdona las inaplazables urgencias y los arrobamientos de los enamorados, que lo mismo alteran a un probo senador que a una tonadillera especializada en blanqueos.
Sin embargo, el cuestionamiento de la ética y la honestidad parece aplicarse sólo a los ciudadanos de a pie, ya que los padres de la patria en casi cuarenta años se han visto libres de toda sospecha. Por eso la ciudadanía, en su lógica exigencia de limpieza democrática, tiene que conseguir que se acabe para siempre con este esperpento público con cargo a los impuestos de todos los españoles.
Y, mientras tanto, los dirigentes de Podemos, frotándose las manos y disfrutando como niños con zapatos nuevos. ¡Menudo chollo!
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