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¿Qué hace alguien como yo en un partido como éste?

17 de Enero del 2015 - Constante García Álvarez (Avilés)

Hace un año yo era una persona indignada. También frustrada por no saber dónde, contra qué o contra quién volcar mi indignación. Un día vi en la televisión a un joven profesor de coleta hablar de las becas universitarias. Y lo que dijo y cómo lo dijo me gustó; otro día le escuché hablar de los desahucios. Y lo que dijo y cómo lo dijo me gustó. Y lo que dijo y cómo lo dijo siguió gustándome una vez y otra, tal vez no siempre estuviera de acuerdo, pero sí capté siempre en su lenguaje no verbal que creía lo que decía y que no había impostura en su estrategia...

Llegaron las elecciones europeas y deposité mi voto con ilusión, no con esperanza por compartir una victoria por primera vez en mi vida, pero sí con la ilusión de haber depositado mi voto con la convicción de que el partido que lo recibía me representaba. Y tras la lectura de los resultados en la noche electoral, resultó que un partido perdedor logró la victoria. Y yo había votado a ese partido.

Así que viví los siguientes días con euforia. Y cuando vi que se anunciaba una asamblea decidí acercarme porque necesitaba compartir unos momentos con otras personas que habían convertido, como yo, su ilusión en euforia. Y en esa asamblea me gustó lo que vi y me gustó lo que oí. Gente normal y corriente, como yo, manifestando sus opiniones, disintiendo educadamente, pero compartiendo lo básico: el deseo de construir entre todos el futuro, no permitir que otros nos lo den ya construido. Así que, aunque tenía el convencimiento de que mi aportación iba a ser escasa por la presencia de personas tan formadas e informadas, aunque pensaba que mi ayuda sólo sería posible en lo relativo a labores de intendencia, decidí participar en el proyecto, porque de la caja sin fondo de la solidaridad siempre es más fácil construir algo que nos satisfaga a todos. Y porque en todo este tiempo he conocido a grandes personas y he aprendido mucho.

Por ello, vengo asistiendo a asambleas y reuniones desde entonces, con momentos mejores y peores, porque la convivencia de los humanos tiene sus altos y sus bajos, pero con la esperanza activa en que el camino para que la desigualdad, el hambre o la corrupción desaparezcan, o de que los niños y las niñas de hoy tengan un mejor futuro que sus padres ha de pasar por el despertar de la gente a los asuntos comunes de lo público. Y eso se hace abriendo el abanico de la participación política activa a toda la ciudadanía. Porque a todo el mundo le interesa el futuro colectivo, qué y quién ha de pagar impuestos, si queremos una sanidad pública o privada, una justicia gratuita y rápida, si preferimos tener un nuevo jardín en medio de la nada o que no sigan produciéndose fugas de agua cada dos por tres por no renovar las viejas tuberías, aunque luego afirmemos que no nos interesa, ni nos gusta, la política.

Muchos afirman tener la solución para todo ello. Pero la riqueza cada vez se acumula más en las mismas manos. Por eso, creo que el futuro ha de servirse en la bandeja de la igualdad, y esa bandeja ha de contener el menú que la ciudadanía haya decidido cocinar, escuchando y consensuando entre todos el edificio de lo público que queramos legar a las próximas generaciones.

¿Y cómo hacerlo? ¿Y en quiénes confiar nuestras decisiones comunes para hacerlo? Eso es lo siguiente que vamos a hacer en los municipios, escoger nuestro proyecto de funcionamiento y las personas en que confiaremos su ejecución. No se trata de elegir y olvidarnos de todo, sólo de dejar en sus manos la ejecución técnica inicial de aquello que vayamos decidiendo entre todas y todos. Y cuantos más seamos mejores serán las expectativas de alcanzar el éxito. Porque Somos la inmensa mayoría, aunque aún no seamos conscientes de ello.

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