¿Podrá Podemos solo?
Las grandes movilizaciones obreras y el auge de los partidos que podríamos llamar de la izquierda transformadora en los últimos años del franquismo preocuparon seriamente a los jerarcas del sistema y a algunas agencias de inteligencia, que se pusieron a diseñar un futuro posfranquista en el que no peligrara la hegemonía de la casta ni de los grandes grupos transnacionales. Así, pensaron que sería bueno formar un partido de centro-derecha, marginando a los falangistas más acérrimos, que luego sería la UCD; y otro de centro-izquierda, el PSOE, al que se potenciaría fuertemente a través, sobre todo, de la socialdemocracia alemana. Estos se turnarían en el Gobierno con programas parecidos en política exterior (OTAN, sumisión a EE UU, posición subordinada en el Mercado Común...) y en muchos aspectos económicos y sociales (privatizaciones, pocos impuestos a los más ricos, defensa de la Monarquía, tolerancia con la corrupción, etcétera).
Este sistema, este régimen anquilosado y decadente es el que quiere cambiar Pablo Iglesias. Tarea ardua, difícil, en la que se va a encontrar con poderosos adversarios. Y no me refiero sólo a los políticos de la casta, que en muchos casos son unos "mandaos", sino a los poderes fácticos, es decir, las empresas multinacionales, los bancos y otros con bastante poder como las veinte familias que acumulan tantos recursos como catorce millones de ciudadanos más desfavorecidos.
El gran poder de los bancos se debe a las ingentes cantidades que manejan. Algunos tienen unos activos superiores al PIB del país, como ocurre con el Banco Santander. Además, tienen mucha liquidez, mucho dinero contante y sonante. Así pueden comprar todo lo que se les ocurra: empresas, medios de comunicación, incluso la voluntad de los políticos, a los que financian legal o ilegalmente, según dicen V.Navarro y J. Torres en "Los amos del mundo".
Este complejo entramado de empresas y bancos, los mercados, pueden causar serios problemas a cualquier país, como vimos recientemente con los "fondos buitres" en la República Argentina... Ahora vemos la pertinencia de la pregunta del principio. ¿Puede un partido solo neutralizar ese oscuro poder y defender eficazmente los intereses populares? ¿No será necesaria una gran movilización de la mayoría, formada por partidos, sindicatos, movimientos sociales y vecinales, organizaciones ecologistas, etcétera? ¿Queremos un cambio auténtico o un sucedáneo como el del ochenta y dos?
Mario Gutiérrez Rubio
Felechosa
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