Sigamos mejorando
El próximo mes de diciembre cumplirá diez años la ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Antes de nada rogaría que nadie confunda mis párrafos y me gustaría decir de la forma más clara que estas líneas me permiten, que condeno y detesto desde lo más profundo de mi corazón cualquier acto de violencia de género y que desde aquí envío mi más sincero apoyo a aquellas personas que sufran o haya sufrido este tipo de violencia en sus vidas.
Envío esta carta porque, además de ver muchas cosas buenas en esta ley Orgánica, encuentro una insuficiencia jurídica que me preocupa. Seré directo: creo necesario extender el ámbito de la actual ley para convertirla en una ley que actúe contra la violencia doméstica, independientemente del sexo del agresor y de la víctima.
Comprendo que las cifras de violencia por parte de la mujer hacia el hombre en el ámbito de la pareja sean mucho más bajas, pero ello no hace que no existan y que, a mi juicio, sean la misma violencia de género. ¿Qué pasa con la violencia dentro de una pareja compuesta por dos hombres? La respuesta es sencilla: las parejas homosexuales no están cubiertas por esta ley orgánica, pues ésta sólo trata la violencia ejercida por el hombre sobre la mujer que haya sido su cónyuge o que esté o haya estado ligada a él por una relación similar de afectividad, aun sin convivencia. ¿Qué pasa si una mujer sufre violencia por parte de su pareja, si ésta también es una mujer? La respuesta es igual de dura y de sencilla: sus problemas no están cubiertos por esta ley orgánica y tendrá que regirse por otras leyes como el Código Penal, donde las penas son menores, así como la protección hacia su persona y, créanme, podría citarles decenas de artículos que ratifican mis palabras; pero hoy hablo para ciudadanos, no para juristas.
Tenemos una gran ley sobre la mesa, mejorémosla, no caigamos en la insuficiencia ni nos conformemos con lo que ya hemos logrado pues donde hay algo bueno, si se puede mejorar, habrá algo aún mejor.
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