El tópico de la corrupción
En el correr de los días, sin cesar saltan noticias de casos de corrupción. Al comenzar a escribir este artículo advierto con pesimismo que los supuestos de corrupción constituyen el rumor de fondo de nuestra civilización. Ninguna nación, ningún país, ninguna autonomía figuran libres de este mal. La corrupción carcome la esencia de nuestra vida, mina las estructuras políticas, enerva las leyes, destruye la democracia y debilita las relaciones de los ciudadanos.
Es el asunto más socorrido en estos momentos. En toda la prensa se habla de corrupción, de forma que constituye un tópico, esto es, un lugar común, al que se recurre para descargar en él todas las fobias, antipatías y hostilidades de lo que se cree motivo de acusación en la sociedad.
Quien lea y escuche los noticiarios en España se inclina a pensar que es un vicio español, especialmente en tiempo de estos gobiernos o, al menos, surgido en estas décadas; pero no es así, en todos los pueblos y en toda la Historia es un mal que ha crecido en todos los huertos políticos.
Es curioso observar cómo un libro de gran prestigio y general lectura como la Biblia hace una exposición de lo que es la corrupción, que puede llevarnos a reflexionar en estos momentos históricos de España, pues en él encontramos varias tradiciones que atacan la corrupción. Las más concurrentes son dos: los reproches de los profetas, que constituyen las voces de protesta en Israel, y la doctrina sapiencial que representa una ética de convivencia y cuya doctrina puede transferirse a nuestra sociedad.
Subtítulo: La Biblia para llegar a entender el momento histórico actual de España
Destacado: El libro del Eclesiastés advierte al hombre prudente: El sabio debe saber cómo moverse en ese mundo, donde al malo le va bien, y al bueno mal
La primera crítica surge por parte de los profetas auténticos, los enviados de Dios, no la de aquellos profetas que actúan por interés político o económico. Su objetivo es reprobar la actuación de la monarquía procediendo con libertad frente al ejercicio del poder. Los campos en los que se da esta acusación de corrupción es la actuación de los gobernantes, de los jueces, de los sacerdotes y de los ricos. Los sujetos de la denuncia vienen a ser: los líderes con influencia y poder que se dejan guiar por el interés propio para obtener beneficios económicos; de modo que se alejan de los valores éticos, de la honradez y de la justicia. Sus actos son ilegítimos porque violan las normas. Para quien acusa estas situaciones de corrupción, quienes salen afectados son generalmente los pobres.
El motor de la corrupción es la codicia. Se espera que los dirigentes practiquen la justicia, la misericordia y la humildad, pero lo que hacen es obtener riquezas mal habidas, porque usan pesas falsas, balanzas adulteradas o contratos adjudicados por soborno. Los corruptos son los que engañan y mienten. El profeta Miqueas los describe con gran fuerza: “Sus manos están adiestradas para hacer el mal”, y contrapone la corrupción al derecho, término que es intercambiable con el de justicia.
A su vez, en el Libro de la Sabiduría del Eclesiastés hay un interesante análisis de una sociedad corrompida. Estudia la conversión de valores que se ocasiona en la sociedad pues los tribunales, en lugar de dictar una sentencia justa, tuercen la justicia. Observa la perversidad de quienes ostentan el poder y oprimen con violencia, y estando conscientes del llanto de los oprimidos no tienen quien les dé consuelo. También sabe que hay una red de complicidad corrupta entre las mismas autoridades causantes de la opresión. En el fondo, además, hay una mentira en todo eso, pues se hace invocando el interés común y el servicio al pueblo.
El amor al dinero es el problema fundamental, porque nunca se ambiciona llegar hasta un cierto límite, sino que siempre se ansía más. La impunidad agrava la situación cuando se dan largas al asunto y se eternizan los tribunales en resolver los problemas.
Por fin, el libro del Eclesiastés advierte al hombre prudente: “El sabio debe saber cómo moverse en ese mundo, donde al malo le va bien, y al bueno mal”. Debe saber cómo y cuándo hay que actuar: “porque todo asunto tiene su cuando y su momento, pues es grande el peligro que acecha al ser humano”.
Si lo aplicamos a la realidad actual, debemos recordar el axioma latino: “No hay nada nuevo bajo el Sol”. Estas ideas proceden de la sabiduría ética que está en el fondo de nuestra cultura, por lo que hemos de partir de la perversidad que se da en el ser humano, que tiende a montar el sistema y la corrupción institucionalizada. Pues si observamos la realidad, los hechos de corrupción no son aislados, sino recurrentes, bajo los cuales se advierte la trama de lo perverso y su racionalidad destructiva. “Es algo que se constituye internamente, no como un determinismo natural y externo a la organización”.
Pero no debemos asustarnos, la corrupción encuentra terreno abonado en la misma organización y estructura sociopolítica y económica existentes en la vida de sociedad, cuyos mecanismos de funcionamiento pueden desviarse legalmente. Los casos de corrupción denunciados, o incluso las sanciones públicas a los corruptos, no permiten ver que, a menudo, el problema está en el mismo funcionamiento de las instituciones como desviaciones o deformaciones de lo estructural. Siempre hay espacios y brechas que son cubiertos por procesos desviados y perversos.
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