Doña Cloti

5 de Diciembre del 2014 - Bruno Tejón Fernández-Gayón (Oviedo)

Abuelita, te has ido, pero eso no quiere decir que te vayamos a olvidar, tenlo por seguro. Por eso, con esta carta quiero describirte tal como eras, mostrando los valores que nos has inculcado tanto a nosotros, tu familia, como a los tantos y tantos alumnos a los que has dado clase.

Muchas son las palabras que podría usar para definirte, pero en especial éstas que voy a relatar a continuación son las más significativas para mí:

Sabiduría: a lo largo de los años has demostrado ser una persona sabia, todos tus consejos rara vez han caído en saco roto, demostrándose con el paso del tiempo ser los más acertados. Sabiduría no sólo significa ser sabio, sino también saber discernir entre lo bueno y lo malo, tenías experiencia.

Presencia: has demostrado siempre saber estar, en todos y cada uno de los lugares a los que has ido, sin protagonismo; has sabido acudir a aquellos sitios en los que se te valoraba tal como eras y dejar a un lado actos frívolos y triunfalistas a los que en estos tiempos estamos tan acostumbrados a ver.

Amor: todo lo que hacías lo hacías con amor: amor al prójimo, amor por todas las cosas que hacías, amor por lo tuyo, a lo que durante tantos años te dedicaste en cuerpo y alma a construir para llevar una vida plena de felicidad y bondad.

Paciencia: quizás por tu dedicación a la enseñanza, quizás por tu forma de ser, el caso es que no he conocido persona que mostrase tanta paciencia como la que tú mostraste a lo largo de la vida, fuesen cuales fuesen las circunstancias. Esto es tal vez lo que intentaremos conseguir como una de las metas de nuestra vida: saber ser paciente como tú eras.

Prudencia: en parte la prudencia es sabiduría, ya he escrito arriba sobre ello, pero ser prudente en la vida y diferenciar cosas buenas de malas es algo que siempre has sabido hacer y nunca –o muy pocas veces– equivocarte. Doy fe.

Amistad: a lo largo de 90 años cultivaste unas amistades que perduraron para siempre y no dejaste de hacerlo nunca. Esto creo que no es fácil aunque en estos duros momentos tengo amigos que me demuestran su amistad y esto lo valoro muchísimo, como tú me enseñaste.

Felicidad: no importaba cuáles fuesen las circunstancias, tú siempre sonreías, siempre irradiabas una felicidad contagiosa que durante estos días todo el mundo destacaba, entre otras cosas, de ti.

Discreción: nunca una salida de tono, nunca una palabra más alta que otra, siempre discreta, sólo preocupándote de lo tuyo y de los tuyos.

Generosidad: sin límites, tu generosidad abarcaba lo material y lo humano, siempre tenías palabras de ánimo y cariño hacia todo el mundo, siempre pensando en ayudar a gente que lo estaba pasando mal; siempre nos dabas alguna propina para gasolina, tomar algo, lo que fuese, daba igual. Siempre comprando cosas pensando en los demás; siempre ayudabas a todo el mundo, daba igual que fuese de la familia o no.

Fe: fe en lo que hacías, fe en los tuyos y sobre todo tu fe en el Señor, fe que te llevó a peregrinar a muchos sitios, a ser catequista y, de esta manera, poder enseñar los principios y dogmas del catolicismo en los que tú tan firmemente creías. Todo ello nos lo inculcaste y de una manera o de otra seguimos cultivando para en algún momento de nuestra vida poder llegar a parecernos a ti.

Energía: la tenías toda, daba igual la circunstancia, últimamente cogías el bastón y te ponías el mundo por montera, fuese a donde fuese. Eso, con 90 años, realmente es digno de admiración, nos gustaría tener la misma energía que has tenido tú; complicado será, ya que estabas hecha de “otra pasta”.

Con todo esto, abuelita, quiero darte las gracias por haber vivido la vida junto a ti y haber disfrutado de ti hasta el último momento. Espero estar a la altura de las circunstancias y hacer vivir a mi hija lo que tú me enseñaste y me permitiste vivir.

Descansa en paz, abuelita; te quiero.

Bruno Tejón Fernández-Gayón

Oviedo

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