Radares para hacer caja
La Dirección General de Tráfico está anunciando la instalación de unos nuevos radares que permitirán calcular la velocidad media de los vehículos en tramos concretos. Siendo cierto que los resultados avalan algunas iniciativas de la DGT, la decisión de instalar más radares parece más orientada a la recaudación de fondos, dado que si la prioridad fuera la de reducir el número de accidentes su ubicación sería distinta a la programada.
Según datos constatados, existen en España 157 tramos de alto riesgo para los conductores. De los 505 radares instalados tan sólo 41 se ubicaron en «puntos negros». La DGT podría cubrir todos y cada uno de los tramos más peligrosos y aún le sobrarían 348 para colocarlos donde estimara oportuno. ¿Por qué no lo hacen?
Tan sólo uno de cada cuatro tramos negros tiene radar. El punto más negro de la red vial española está en Madrid y no tiene radar.
Existen más datos que señalan a un afán recaudatorio, pues, aunque el 80% de los accidentes se produce en redes secundarias, la gran mayoría de radares, además de en autopistas y en autovías, se ha instalado en tramos donde en raras ocasiones se producen accidentes. ¿Cuál es el motivo de concentrar esfuerzos en el control de la velocidad cuando el 87% de los accidentes en carretera responden a otras causas? De nuevo la rentabilidad económica es la respuesta.
La inversión hecha, de unos 35 millones de euros, en tan sólo 18 meses ha producido 170 millones. Sin dudar, una máquina de hacer dinero.
Los muchos aciertos que la DGT ha cosechado en su lucha contra la siniestralidad se ven oscurecidos por el demostrado afán recaudatorio, cayendo en la perversión de convertir un instrumento de prevención en uno recaudatorio para las actuales flacas arcas del Estado.
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